sábado, 11 de septiembre de 2010

HITOS: CASI 500 AÑOS CON LA VID Y EL VINO

Ya en tiempos coloniales, la vitivinicultura era la principal industria de Mendoza. Pero a partir de la década de 1830, entró en franco decadencia. Luego, tomó verdadero impulso a mediados de los ’80. Durante gran parte del siglo XX, vivió momentos de prosperidad y crisis. A partir de los años ’90, comenzó un vertiginoso crecimiento que perdura hasta el presente.
1561- El 2 de marzo, el español Pedro del Castillo fundó la Ciudad de Mendoza y entregó a varios de sus expedicionarios cuadras para chacra y viña.
1562- Juan Jufré trasladó la Ciudad y un año después fundó San Juan. Se cree que trajo la vid y varios de sus hombres eran experimentados viñateros.
1600- En Mendoza, había varias bodegas y la superproducción de vino era un problema, por lo que los elaboradores buscaron mercados en el resto de lo que actualmente es la Argentina.
1618- Primer ingreso de vinos mendocinos a Buenos Aires, que durante la Colonia fue el principal mercado. También se vendía al Litoral, Chile y el Alto Perú.
1814- La apertura del comercio tras la Revolución de Mayo de 1810 y el bloqueo del mercado con Chile por los realistas afectaron la vitivinicultura local. El gobernador Intendente José de San Martín ordenó a los mendocinos un impuesto voluntario sobre la extracción de vinos y aguardientes, que produjo una importante retracción, y en su Ejército Libertador se fueron muchos hombres libres y esclavos que se dedicaban a la actividad. Pero también logro incentivos para la elaboración.
1831- Las guerras civiles sumieron a la provincia en reiteradas crisis económicas, por lo que se debieron diversificar los cultivos y la producción, en detrimento de la vid. Como muchos bodegueros se exilaron por problemas políticos, la vitivinicultura vivió años de ocaso.
1853- Llegó a la provincia el francés Michel Aimé Pouget. Introdujo la Malbec y dirigió la Quinta Normal de Agricultura, donde enseñó modernas técnicas vitivinícolas.
1861- El 20 de marzo, un terremoto destruyó la Ciudad de Mendoza. Siguieron años de crisis económica e institucional, que impidieron que resurgiera la vitivinicultura.
1872- Se abrió el Colegio Agronómico. En 1885 se convirtió en la Escuela Nacional de Agricultura y en 1897, en la Escuela Nacional de Vitivinicultura. De ahí egresaron los primeros enólogos locales.
1884- Se sancionó la Ley General de Aguas, que impuso orden y seguridad a los propietarios de terrenos. Siguieron importantes obras hídricas que ayudaron a ampliar las zonas cultivables.
1885- Llegó el tren a la Ciudad. Así empezaron a arribar inmigrantes que primero trabajaron la viña y luego fueron bodegueros. Además, trajo maquinaria e insumos importados que permitieron reconvertir las bodegas.
1913- En abril se realizó el Segundo Congreso Nacional de Comercio e Industria. Incluyó una Fiesta de la Vendimia: un desfile nocturno con gran convocatoria, aunque no volvió a repetirse en los años siguientes.
1914- Había unas 1.500 bodegas, que produjeron 1.310.030 hl. de vino, contra los 52.174 hl. que se elaboraron en 1884. Además, existían 55.344 ha. de superficie con vid, cuando en 1884 eran 1.130 ha.
1934- El crack del ‘29 produjo la caída del consumo anual de vino: de 62 litros per cápita en 1926, pasó a 32,8 en 1932. Como la elaboración siguió siendo importante, se creó la Junta Reguladora de Vinos, que le sacó a los gobiernos provinciales el control de su vitivinicultura. El ente ordenó extirpar viñedos, impuestos a los nuevos cultivos y arrojar el vino excedente. No funcionó y fue disuelto en 1943.
1936- Primera Fiesta Provincial de la Vendimia. Surgió para estimular el consumo de vino y promocionar el turismo de Mendoza.
1950-Durante la presidencia de Juan D. Perón hubo una redistribución de ingresos y una gran inmigración de la zona rural a la urbana. Eso incrementó el consumo de vino y para cubrir la demanda se llegó a estirarlo con agua.
1954-El gobierno provincial compró el paquete accionario de Bodegas y Viñedos Giol para evitar su quiebra. Era la más grande e importante. Su estatización permitió regular el mercado de compra de uva y ayudó a que la actividad general repuntara.
1959-Se creó el Instituto Nacional de Vitivinicultura, que tiene su sede en Mendoza y vela por la genuinidad de los vinos. Así, la elaboración argentina es la más controlada del continente.
1960- A lo largo de la década se llegó al récord de consumo: 88 litros per cápita anuales. La ecuación era uvas comunes-vinos indiferenciados-alto consumo masivo. Se elaboraba con maquinaria nacional protegida de la competencia extranjera, pero más cara y de menor desarrollo tecnológico.
1977-Récord de superficie cultivada con vid a nivel nacional: 350.000 ha. Pero a finales de la década comenzó a erradicarse viñedos por las crisis de precio.
1980-Acusado de subversión económica, cayó Héctor Greco que llegó a poseer 44 empresas y manejar el 30% del mercado de vinos nacional. Dejó a muchos desempleados y grandes extensiones de viña abandonadas.
1983-Con el regreso de la democracia Mendoza implementó planes para instalar plantas deshidratadoras y congeladoras, comenzó a funcionar el Puerto Seco, se mejoraron los cauces, se racionalizó el agua y aumentó el vino de traslado.
1988- El gobernador José Octavio Bordón desestatizó Giol. Su estructura comercializadora pasó a Fecovita, que reúne a 5.000 productores nucleados en 40 cooperativas locales.
1990-El ingreso a una economía de mercado y el sistema bimonetario permitieron estabilidad. A lo largo de la década, el sector pudo importar bienes de capital, tecnología de punta e insumos a menor costo y con financiación. Implicó una modernización y reconversión en el proceso de vinificación. Llegaron capitales y profesionales extranjeros que se adueñaron de las principales firmas locales, implantaron nuevas variedades y transformaron las existentes.
HOY- La Malbec domina la viña: a nivel nacional se cultiva en más 22.462 ha., de las cuales 60% está en la micro región que forman Maipú y Luján de Cuyo. La ecuación es menor terreno cultivado-menor o estable elaboración-mayor calidad-mayor rentabilidad. Y el enoturismo se ha convertido en un atractivo más de la provincia.
ÚLTIMOS DATOS SOBRE LA INDUSTRIA VITIVINÍCOLA
-Sitio del Instituto Nacional de Vitivinicultura: www.inv.gov.ar
-Sitio del Fondo Vitivinícola Mendoza: www.fondovitivinicola.com.ar
-Sitio de Bodegas de Argentina: www.bodegasdeargentina.org
-Sitio de Área del Vino: www.areadelvino.com
-Sitio de la Fundación Instituto de Desarrollo Rural: www.idr.org.ar
-Sitio de la Fundación ProMendoza: www.promendoza.com
-Sitio de la Dirección de Estadística e Investigaciones Económicas: www.deie.mendoza.gov.ar
2) LA VITIVINICULTURA DE MENDOZA: EL ÚLTIMO SIGLO
LA PRIMERA RECONVERSIÓN
Desde hace más de una década, la vitivinicultura en Mendoza -y Argentina en general- vive una época de uvas gordas. Esto, gracias a una reciente reconversión tecnológica, la sustitución de cepajes para la elaboración de vinos de mayor calidad, la conquista de mercados internacionales, el ingreso de capitales extranjeros y la labor de instituciones, empresarios y profesionales con renovados conocimientos y mentalidad, entre otros factores.
Este proceso, que remite al boom que vivió la actividad a finales del siglo XIX, se vio favorecido por la misma apertura de la economía nacional que –paradójicamente- perjudicó a otros sectores y augura a la “industria madre mendocina” un futuro cada vez más optimista.
Pero el camino no fue fácil: hubo muchos años de uvas flacas...
En las primeras décadas del siglo XX, la vid y el vino de Mendoza gozaban de los cambios cualitativos y cuantitativos puestos en marcha a partir de 1885. Ese año marca el nacimiento de la vitivinicultura moderna en Argentina, ya que empezaron a llegar a Cuyo -principal zona vitivinícola del país- el ferrocarril y con él nuevas tecnologías.
Además, se inició el ingreso de inmigrantes que fueron la principal fuerza de trabajo para la viña y, en muchos casos, terminaron conformando la elite industrial propietaria de las principales bodegas locales.
Eso, en un escenario propicio en el cual se habían sembrado varias medidas de gobierno, como leyes, obras hídricas, estímulos a la producción y la capacitación con especialistas en vitivinicultura.
Como espejo de esa situación, la proliferación de bodegas en Mendoza fue sorprendente: las 56 que había en 1864 pasaron a ser 400 en 1895, 1.181 en 1910 y 1.398 en 1914.
Asimismo, la tecnología doméstica fue superada por la europea en todo el proceso de vinificación, mejorando la calidad de la producción. De hecho, se remplazaron las precarias construcciones con paredes de adobe por muros de ladrillo, los lagares de cuero dieron lugar a los de cemento y los odres de cuero y las vasijas de barro fueron sustituidos por toneles de roble de Nancy, elegantes barricas, piletas y cubas de hormigón armado y mampostería. A la par, evolucionó el marketing gracias a una especialización y diferenciación del producto, su venta en botellas y el uso de marcas.
Fue, entonces, la primera reconversión que protagonizó la industria, lo que recién volvería a evidenciarse en la década de 1990.
Ese proceso también se vio favorecido por la Primera Guerra Mundial, que ocasionó una gran caída en la disponibilidad de excedentes de vinos exportables en Europa. Eso ayudó a acelerar el proceso de sustitución de importaciones en la Argentina mediante una mayor producción en el mercado interno y generó un incremento de las exportaciones. Por ejemplo, en 1911 se importaron 41.000.000 de litros de vino y en 1920 apenas 2.500.000. A la par, en 1911 se vendieron al exterior $3.500.000 y en 1920 unos $9.000.000. Así, al finalizar el conflicto la producción cuyana se había afirmado en el país con productos cada vez más competitivos.
Paradójicamente, esto se dio en medio de una de las grandes crisis cíclicas que golpearon al sector en ese siglo, lo que volvería a darse a partir de la década de 1930, cuando la vitivinicultura mendocina comenzó a transitar alternancias de crisis y repuntes, en las que el intervencionismo estatal tuvo gran parte de la responsabilidad, sumiendo a la industria en un subibaja de incertidumbres.
Al respecto, la Guía de viñas, bodegas y vinos de América del Sur de 2003 interpreta que a lo largo del siglo XX "el estado vitivinícolamente omnisciente y totipotente hizo de todo en contra de un sano desarrollo del sector: fomentó la plantación de vides de baja calidad, impuso cupos a la producción, fomentó el desarraigo de viñedos, impuso precios mínimos a granel y máximos al consumidor, bloqueó partes de la producción de uva, limitó la comercialización y reguló los precios con sus YPF del vino, Cavic y Giol".
EL VINO CORRÍA POR LAS CALLES
A la par de la depresión económica que asoló al planeta a partir de 1929 y pese a que a principios de los años '30 los argentinos tomaban más de 50 litros anuales per cápita de vino, en Mendoza la plantación de viñedos y la elaboración habían sido excesivas con relación al mercado. El stock de difícil colocación, la desocupación y la caída de los ingresos ocasionaron que el consumo pasara de 62 litros (1926) a 32,8 (1932). Además, en ese período hubo una retracción en la demanda de uva: de 8.274.400 quintales se pasó a 489.400; y el precio cayó de $19 el quintal a $1,20.
En ese marco, comenzó a practicarse uno de los rasgos que caracterizaron la economía nacional en el siglo XX: el intervensionismo estatal con fines proteccionistas o regulatorios de la sobreproducción. En Argentina, como en otros países en crisis, arrancó una etapa de economía mixta, industrial
y cerrada, en la cual el Estado al principio fue protagonista vía regulaciones y controles, y después productor de bienes y servicios mediante monopolios públicos.
A finales de 1934, el Estado nacional -en manos de los conservadores- creó la Junta Reguladora de Vinos a partir de un proyecto del Partido Demócrata, que gobernaba la provincia. Pese a tener delegaciones en
Mendoza, San Juan y Río Negro, el ente puso en poder de la Nación los resortes de regulación de la producción para adecuarla al consumo. De entrada, ordenó evitar la vinificación de 3.600.000 quintales de uva para lo que determinó la compra de vid, la extirpación de viñedos, un gravamen a nuevas plantaciones y la prenda de vino. Entre 1937 y 1938 se arrancaron 18.000 hectáreas de viña y la superficie cultivada se redujo a 83.000 hectáreas.
Un falso optimismo hizo creer que con eso se había solucionado el problema, pero cuando en 1938 reapareció la crisis, el vino fue literalmente derramado. Tal vez entonces surgió la leyenda de que en Mendoza el vino corre por las acequias.
Sin embargo, se logró cierto equilibrio: hacia 1942 el precio de la uva era de $11,81 el quintal, en 1944 las viñas cubrían 100.000 hectáreas –se había sustituido mucha uva criolla por Malbec- y en 1945 se hicieron 8.000.000 de hectolitros de vino.
Así y todo, el ente perjudicó la producción cuyana: destruyó su riqueza esencial, ya que actuó sin interiorizarse de la realidad agrícola regional, con desorganización, lentitud y burocracia. Y al decir de Pablo Lacoste, su acción consistió en hacer una trasferencia de recursos en beneficio de los sectores más poderosos. Conjuntamente, el gobierno tuvo a su alcance otro espacio de presión: decidir qué paños de viña se iban a confiscar (ante lo cual el propietario debía conformarse con una
indemnización), y cuáles podrían seguir produciendo. El ente fue disuelto en 1943 por el gobierno militar y sustituido por la Dirección General Vitivinícola.
A la par, dos de los cuatro gobernadores demócratas que tuvo Mendoza en la llamada "década infame", establecieron medidas para proteger la vitivinicultura local. Ricardo Videla (1932-1935) creó la Comisión Autónoma de Defensa Vitivinícola y decretó la obligatoriedad de embotellar el vino para consumo. Además, como el ferrocarril Buenos Aires al Pacífico se negaba a atender las necesidades provinciales, logró que la firma cediera organizando una ruta de transporte del vino hacia Buenos Aires a través
del Litoral mediante camiones, tren estatal y vía fluvial.
Por su lado, Guillermo Cano (1935-1938) organizó la Sección Antifiloxérica de Patología Vitícola para evitar la destrucción de viñedos e inauguró la Primera y la Segunda Zona Libre Alcoholera de Mendoza, en Gutiérrez (Maipú) y en San Rafael respectivamente. Asimismo, fue el ideólogo de la Fiesta de la Vendimia, que nació en 1936 para promocionar las virtudes turísticas de Mendoza asociándolas a su principal industria.
CON AGUA PARA QUE ALCANCE
Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), en Argentina hubo redistribución de los ingresos y migración de la zona rural a la urbana, sobre todo a Capital Federal. Eso produjo un incremento en el consumo de vino que superó a la oferta, por lo que en los años '50 el gobierno nacional, en manos de Juan D. Perón, autorizó el estiramiento con el agregado de agua e impuso un racionamiento de despachos para consumo.
También se otorgaron créditos para comprar tierras y mejorar viñedos, entre otras medidas que ayudaron a promover el desarrollo de los vinos mendocinos, cuya elaboración se hizo masificada e indiferenciada. Así, aumentó la rentabilidad del sector, hubo inversiones, se sustituyó uva noble por otras más rústicas pero de mayor rendimiento, se construyeron y ampliaron bodegas, se introdujeron técnicas y equipos para extraer aguas subterráneas y se adoptó el parral como sistema de conducción de viñedo que otorgó altísimos rendimientos de uva por hectárea.
Igualmente, aparecieron los contratos de maquila: un productor sin bodega lleva sus uvas a un bodeguero inscripto para que elabore el vino y lo mantenga hasta la fecha establecida en el contrato. Los viñateros así podían proteger el valor de sus uvas, elaborar su propio vino y contrarrestar el poder de los bodegueros.
En sintonía, a fines de 1954, el gobierno provincial adquirió casi todas las acciones de Bodegas y Viñedos Giol. Quería evitar la quiebra de la firma más fuertes del sector: poseía más de 1.000 hectáreas de viña, hacía 70.000.000 de litros de vino, compraba unos 400.000 quintales de uvas a varios productores y 400.000 hectolitros de vino a trasladistas. Se inició así la recuperación del prestigio en la industria vitivinícola por su alta producción y la bodega -la más grande del continente- actuó como regulador de la compra de uvas.
Otra de las intervenciones se dio cuando el 23 de octubre de 1959, a partir de la Dirección Nacional del Vino y Bebidas Alcohólicas, se creó el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). Es un órgano fiscalizador con sede en Mendoza que controla la genuinidad de los vinos. Una de sus primeras gestiones fue definir qué es el vino y otros elementos vinculados a la industria. Eso implicó el reconocimiento de la existencia de una actividad económica importante en zonas alejadas de la Capital Federal.
Hoy, posee 15 delegaciones en zonas productivas y de consumo del país y 10 laboratorios en distintas provincias para controlar la producción en todas sus etapas. Cada año, a través del INV el Estado fija las fechas del final de la cosecha y de liberación de los nuevos vinos, y establece el grado alcohólico mínimo del vino del año.
Mendoza creó en 1994 un Fondo Vitivinícola para la promoción de los vinos, cuya financiación se lograría con un impuesto de $0,01por litro de vino, no aplicable a quienes elaboran un porcentaje de mosto variable. Además, no se permite la venta a granel al detalle y elaborar espumantes o destilados en la bodega.
El INV hace que la industria vitivinícola argentina sea la más controlada del continente. Pero en el proyecto vitivinícola estatal de los años '50 no se buscaron nuevos mercados, la promoción de las exportaciones y la diversificación de la producción, por lo que Giol y el sector siguieron arrastrando dificultades estructurales.
Como síntesis de esa época, el socialista Benito Marianetti escribió: "La industria vitivinícola no sólo ha tenido que soportar los efectos de la crisis y los de la improvisación y la especulación, el fraude y la falta de un plan. Ha tenido que aguantar la acción oficial, en el orden local y nacional que, por regla general, ha sido desquiciadora. Tanto en la época de la Década Infame, como en la época de Perón, la industria fue degradada. En la primera , se erradicaron miles y miles de hectáreas de viñedos `para mantener los precios'. En la segunda, se impuso el aguamiento de vino `para abastecer al mercado".
Incluso, Marianetti le achaca responsabilidad a sus partidarios al decir que J. B. Justo menospreciaba la industria y que La Sociedad Luz, que luchaba contra el alcoholismo, "nunca le hizo buena cara a nuestra industria y los socialistas mendocinos eran vistos en Buenos Aires como compañeros oriundos de tierras que debían ser puestas en cuarentena".
LA ÉPOCA DE LA DAMAJUANA
En los años '60, cuando ya imperaba el intervencionismo estatal, la vitivinicultura se abasteció de insumos y equipamiento de industria nacional, protegida de la competencia externa pero de menor desarrollo tecnológico y más cara que la internacional.
En ese escenario, a mediados de la década se llegó al récord de consumo per cápita que promedió los 88 litros anuales, y la decisión de prorratear el vino y las sequías que afectaron las cosechas del '68 al '70 mejoraron la colocación del vino acumulado. En los años '70, la ecuación fue uvas comunes-vinos comunes indiferenciados-alto consumo masivo, y el producto envasado en damajuana.
Entonces, los antecedentes en materia de exportación de vinos mendocinos no eran muy alentadores: la cifra más alta se había alcanzado en 1944, con 2.456.556 litros, y la más baja en 1963, con 272.397. Las características del producto de exportación, que se mantuvieron hasta los '80, no colaboraban a su colocación en los mercados internacionales: era caro, no siempre de alta calidad y estacionario, y no se invertía en su aspecto como producto.
Por otra parte, en 1977 se registró el récord histórico en cuanto a superficie cultivada con vid a nivel nacional (350.000 hectáreas) y mayores producciones de uva y vino.
Pero a finales de la década comenzó un proceso de erradicación de viñedos como consecuencia de las repetidas crisis de precio.
A finales de los '70, el negocio financiero adquirió más fuerza y en Mendoza tuvo su expresión con el grupo Greco, liderado por el célebre Héctor Greco (Buenos Aires, 1928-1988). Este concentró 44 empresas, ocupó con el Banco de los Andes el primer lugar en el ranking de depósitos nacionales y llegó a comercializar el 70% del vino de traslado en Mendoza y San Juan y poseer el 30% del mercado de vinos nacional (en la época de la llamada "plata dulce" hacía que el litro de vino costara un dólar). Su influencia fue tal que, en un tiempo, un cartel ubicado en el ingreso a la provincia decía: "Bienvenidos a la tierra de Greco".
Sin embargo, en 1980 la Dirección General Impositiva (hoy AFIP) le hizo una inspección y terminó acusado de subversión económica, por lo que pasó un año y medio en la cárcel, y ya liberado, en 1984, vivió a la sombra de procesos legales. Tras su muerte -en un accidente automovilístico-, millones de litros de vino desaparecieron, muchísimas deudas se esfumaron y firmas a medio comprar volvieron a sus propietarios. Miles de productores arrendatarios y obreros se quedaron sin trabajo o con papeles sin valor, por lo que muchas hectáreas de vid fueron abandonadas provocando un marcado éxodo rural, se aceleró la consolidación del fraccionamiento en origen y vinieron tiempos de ajustes, disminuciones de consumo y superficie de vid, especialmente las de variedades nobles en las zonas más aptas.
Hacia 1983, con el retorno de la democracia al país, Mendoza implementó planes para la instalación de plantas deshidratadoras y congeladoras, puso en funcionamiento el Puerto Seco, mejoró los cauces, racionalizó los recursos hídricos y logró un aumento del precio del vino de traslado.
En ese contexto, en 1988, debido a que la política reguladora de precios para los viñateros sin bodega que se había previsto con la Giol oficial no generó los resultados esperados, el gobernador José Octavio Bordón (PJ) desestatizó la empresa. Su estructura comercializadora pasó a la Federación de Cooperativas Vitivinícolas (Fecovita), que agrupa a más de 5.000 productores, de 40 cooperativas.
En tanto, en el viejo casco del establecimiento hoy funciona el Museo del Vino y hasta 2005, en las enormes vasijas vinarias estaba el depósito de Secuestros Judiciales de la provincia. La comuna de Maipú proyecta poner esa infraestructura en valor para habilitar un centro universitario, con alojamiento para los estudiantes de los distritos más alejados de la villa cabecera.
LA REFUNDACIÓN BODEGUERA
A principios de los años '90 se inició un profundo cambio en las instituciones económicas argentinas y se pasó a una economía de mercado, favorecida por el sistema bimonetario ($1=U$S1) que permitió estabilidad.
El sector vitivinícola pudo importar bienes de capital, tecnología de punta a bajo costo e insumos de mayor calidad a menor costo y con financiación. Eso implicó una modernización y renovación del cepaje, los sistemas de conducción y el proceso de elaboración, conservación y embotellado. Se sumó el que varias empresas contaron con asistencia técnica de expertos llegados del exterior. Además, los empresarios invirtieron en marketing, promoción y renovación de envases y etiquetas y buscaron la profesionalización de sus bodegas y nuevos canales de distribución.
En general los empresarios extranjeros adquirieron firmas ya existentes (pocos fundaron nuevas bodegas), se abocaron a la elaboración de vinos finos, reconvirtieron y modernizaron la tecnología de producción y su objetivo fue la exportación.
En la década pasada además adquirió importancia la integración de los productores, se estableció definitivamente el fraccionamiento en origen y la industria se proyectó en los mercados internacionales.
Pero siguió presente el problema de la saturación del mercado y la caída del precio del vino. Esto determinó que en 1994 los gobiernos de Mendoza y San Juan firmaran un acuerdo para disminuir los excedentes vínicos, que establece que ambas provincias fijen cada año un porcentaje mínimo de la producción que deberá destinarse a usos no vínicos.
En forma paralela se acordaron otras alternativas para descongestionar el mercado interno, como el incentivo a las exportaciones. El no cumplimiento de esta pauta diversificadora obliga a las empresas a pagar un impuesto y el Estado se compromete a devengar una suma igual a la recaudada por esta tasa.
Con ese dinero, en 1995 se conformó el Fondo Vitivinícola Mendoza, encargado de promocionar el consumo de vinos en el mercado interno. A la par, surgieron otras instituciones como Bodegas de Argentina y eventos con fines de promoción de la producción local, como la Vinandino: primer concurso internacional de vino del Hemisferio Sur, que se realiza desde 1993 cada dos años en Mendoza (en 2007, San Juan debutó como sede de algunos episodios del certamen).
A eso se suma la cada vez más activa y exitosa participación de las bodegas locales en certámenes nacionales e internacionales, en los cuales los productos mendocinos obtienen importantes galardones. Además, desde hace algunos pocos años en la capital del país hay una creciente variedad de eventos dedicados al vino, como exposiciones, cataciones y degustaciones.
A lo largo de los '90, a nivel mundial se produjeron grandes modificaciones en la oferta, la demanda y el comercio del vino, tanto como cambios en los hábitos y gustos de los consumidores y la irrupción de la gran distribución. Se produjeron sustituciones (vino de mesa por el de mayor calidad), se redefinió el concepto de vinos de calidad (antes se asociaba a los vinos con denominación en origen, luego se agregaron los varietales y se comenzaron a demandar vinos más suaves, sanos, seguros y naturales), disminuyeron los tomadores habituales y hubo un incremento del tinto, debido a la promoción de sus virtudes para la salud.
La Argentina siguió esta tendencia: en 1980, el argentino bebía 76 litros de vino por año (70 de mesa y 6 de fino) y dos décadas después bebía 38 litros anuales (27 común y 11 de finos y otros). Como se ve, bajó el consumo de vinos de mesa y creció el de finos. Pero también disminuyó el consumo de alcohol, creció el consumo de tinto (se lo considera más natural, saludable, aromático y sabroso que el blanco), desaparecieron las tradicionales presentaciones de mesa (botella de 1 litro y la damajuana, remplazadas por el envase de cartón).
No obstante, ya en 2004 el consumo de vinos en general había descendido a 29,87 litros por año per cápita, cifra que sufrió una pequeña recomposición a partir de 2006.
OCTAVA CAPITAL MUNDIAL DEL VINO
La desregulación económica de los '90 impulsó el mercado de uvas finas y la diferenciación de precios por variedad, calidad y zona. Por eso, los viñateros se dedicaron a cultivar uvas de buena calidad y sustituir la criolla por la francesa, y los bodegueros elaboran vinos cada vez mejores, incluso en su presentación. Además, los viticultores locales desarrollaron otros productos en base a vid: jugo concentrado o mosto, pasas y uvas para consumo en fresco.
Así la Malbec se convirtió en la reina de las viñas y de las bodegas locales y nacionales, tanto que hoy se cultiva en más de 16.000 hectáreas de varias provincias del Oeste argentino, de Salta a Río Negro. Pero el 60% del cultivo nacional está en la microrregión mendocina Maipú-Luján de Cuyo y el vino elaborado con esa cepa es identificatorio de la Argentina en los mercados internacionales.
Los vinos varietales que se elaboran en Mendoza son: de las cepas tintas, además de Malbec, Bonarda, Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah y el Pinot Noir; y de las blancas, Torrontés, Chardonnay, Sauvignon Blanc, Semillón y Chenín Blanc.
Hoy, en el país hay unas 1.500 bodegas, de las que más de 890 están en Mendoza (71% del total). Los viñedos a nivel nacional cubren más de 218.500 hectáreas, de las cuales casi 152.926 están en la provincia, lo que representa unos 16.880 viñedos. En el país, de los 17.000.000 de hectolitros de productos derivados de la vid que en promedio se elaboran por año, más de 11.000.000 son de Mendoza.
Esta participación ayudó a convertir la nación en la quinta del ranking de producción vitivinícola, entre Estados Unidos y Australia.
En 2005, Mendoza fue declarada Octava Gran Capital del Vino (Great Wine Capital). Las otras siete son Melbourne (Australia), Bordeaux (Francia), San Francisco y Valle de Napa (EE. UU.), Porto (Portugal), Bilbao y La Rioja (España), Ciudad de Cabo (Sudáfrica) y Florencia (Italia). Pertenecer a esta Red Global de Trabajo implica difusión, participar de encuentros internacionales y crear vínculos con instituciones líderes de promoción y marketing vitivinícola del exterior. El objetivo es que las capitales se relacionen a nivel vitivinícola, cultural, turístico, educativo, investigativo y mercadotécnico.
En la actualidad, la ecuación vitivinícola argentina es menor terreno cultivado-menor o estable elaboración-mayor calidad-mayor rentabilidad. En cuanto a la producción, en 1990 a nivel nacional fue de 14.036.300 hectolitros y en Mendoza se elaboraron 8.853.552. En 2005, mientras que la Argentina elaboró 15.221.555 hectolitros de vino, en la provincia se hicieron 10.951.498.
Con respecto a las ventas al exterior, a nivel nacional en 1979 se comercializaron U$S8 millones, y en 2006 fuero U$S 485.000.000. Los principales compradores: Estados Unidos, Reino Unido, Brasil, Canadá, Dinamarca, los países Bajos, Suecia, Rusia y Noruega.
Del vino emana todo un folclore que Mendoza comenzó a destilar desde 1936 con la Fiesta de la Vendimia. Pero también se han sumado otras alternativas culturales relacionadas con la industria que hoy atrapan a turistas de todo el globo. En Mendoza, el turismo vitivinícola es una oportunidad para la promoción de la actividad, la consolidación de la imagen de las bodegas y la vinculación entre el vino y otros sectores estratégicos.
Por caso, en 2004, las bodegas del país fueron visitadas por 421.696 turistas, de los cuales 358.206 se volcaron a establecimientos mendocinos. Los extranjeros adeptos a esta alternativa vienen de Francia, Suiza, Alemania, Italia, Noruega, Japón y Estados Unidos; y los argentinos arriban de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. En 2007, la cantidad de visitantes se acrecentó notablemente, al igual que el número de bodegas locales que abrieron a público: unas 100. Varias fusionan recorridos guidados por sus instalaciones, oferta gastronómica con degustación de vinos, alternativas de alojamiento, exposiciones de arte y hasta servicio de guías que manejan el lenguaje de señas argentinas para sordo-mudos.
A la par, los Caminos del Vino es el producto de enoturismo emblemático de Mendoza. El turista puede visitar bodegas de diferentes estilos arquitectónicos, de grandes dimensiones o con producciones muy limitadas y aprovechar una oferta que, aunque todavía en potencia, deja entrever un futuro prometedor. Desde 2001 y en coincidencia con Semana Santa, se realiza Música Clásica por los Caminos del Vino. Se trata de una serie de conciertos a cargo de intérpretes locales e internacionales que emplean como escenario templos, plazas, parques y bodegas de toda la provincia para hacer sonar sus instrumentos ante miles de melómanos.
Esto refleja que el enoturismo se abre paso entre las ofertas tradicionales y constituye un producto cada vez más buscado. Como los vinos de Mendoza.

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