sábado, 11 de septiembre de 2010

Lagunas de Guanacache: Un Desastre Ecológico que Lleva Mas de un Siglo de Historia

El complejo de las Lagunas de Guanacache es un humedal continental conformado por lagunas, bañados y zonas de inundación ubicados en la zona de límites entre las Provincias de San Luis, Mendoza y San Juan, alimentados por afluentes del río Desaguadero, tales como el río Mendoza, el San Juan y antiguamente el río Bermejo. Este sitio geográfico junto a su entorno natural fueron quienes dieron sustento a la nación Huarpe, quienes habitaron en la región aproximadamente desde el siglo III hasta el siglo XVI, constituyendo por lo tanto un patrimonio antropológico Provincial y Regional de altísimo valor.

Este Complejo lagunar poseía en el pasado un desarrollo mucho mayor que el actual, tal como lo detalla Juan W. Gez (1939) , cuando al describir las dimensiones de la Laguna de Silverio transcribe que tenia aproximadamente “... 5 kilómetros de largo por dos de ancho....”. En la actualidad aquellas lagunas que se ubicaban al oeste de Las Sierras de las Quijadas, ha excepción de la Laguna El Porvenir que solo en las épocas de grandes lluvias llega a definirse, habrían desaparecido.Es probable que la pérdida de estos sistemas lagunares de Guanacache, hayan originado un fuerte cambio climático a escala regional, acentuando el paulatino proceso de desertificación de una gran parte del territorio , afectando extensos territorios de la zona norte del actual departamento de san Martín. La modificación de los parámetros ambientales habría desencadenado un importante éxodo de lugareños en las zonas críticas, pérdidas de pasturas y bosques en los alrededores del ecosistema lótico propiamente dicho.

Debido a que la afectación de las condiciones ambientales producto de la acción antrópica puede ser considerada como un verdadero desastre ecológico y ambiental, de dimensiones regionales que ha afectado una gran parte del territorio de la Provincia de Mendoza

¿Mendocina , tierra productora de Trigo y cebada? en sus primeros tiempos

En el siglo XIX la actividad triguera y de molienda del grano adquirió en Mendoza una relevancia excepcional, a tal punto que en determinados tramos de ese
lapso constituyó la principal actividad económica provincial y particularmente en la zona norte de lo que hoy conocemos como San Martín junto con la siembra de forrajeras destinadas al engorde de ganado. Durante el período colonial, Mendoza y Cuyo en general no tenían como mercado permanente a Buenos Aires y al Litoral para sus cargas de harina y trigo, sino excepcionalmente con motivo de crisis extraordinarias de producción. Por el contrario, su mercado natural estaba dado por regiones vecinas como San Luis y Córdoba, dado el alto costo de los fletes. Examinaremos lo ocurrido después de la revolución de mayo. Para ello primero daremos un bosquejo de lo acaecido en el orden nacional e internacional de productos.
1. El mercado nacional e internacional de trigo
La agricultura no tuvo un desarrollo importante en el Litoral durante el primer
medio siglo independiente. Por el contrario gran parte del oeste se autobastecía
como el caso de San Juan, Mendoza, Catamarca y Tucumán y aún tenían excedentes. En la mayor parte de ese tiempo y aún hasta fines de la década de 1860, el país y específicamente la región del Litoral no obtuvo ni siquiera su propio
autoabastecimiento de trigo y harina. En efecto, un informe sobre el comercio
exterior menciona que desde 1816, año en que el precio del trigo oscilaba entre 2 y
4 pesos por fanega, declina la producción del cereal por el aumento del pastoreo. De
este modo en 1819 se importa trigo chileno y desde 1820 harina de Estados Unidos.
Así en 1822 se introducían 47.960 barriles de harina provenientes en su mayor parte
de Norteamérica. Esa situación continua hasta la década de 1860, en la que se registraron las siguientes introducciones al país:
Importaciones de trigo y harina (1863-1867)
Años Trigo(fgas.) Harina (qq)
1867 62.378 76.305
1866 7.l09 28.256
1865 14.239 42.212
1864 21.286 22.416
1863 20.675 21.407

El abastecimiento a Buenos Aires de trigo no era muy abundante,ello fue como consecuencia de la competencia de sus terrenos con la ganadería, de la falta de seguridad (por las luchas civiles y los ataques indígenas), la carencia de mano de obra en cantidad y calidad, la ausencia de alambrados para separar la actividad pecuaria de la puramente agrícola y los altos costos de los fletes.
Poco a poco todos esos factores se fueron revirtiendo con motivo de la conquista del
desierto (1879), el fomento de la inmigración (1856 en adelante), la introducción del
alambrado y el tendido de líneas férreas (desde 1857) y la baja de los fletes
marítimos.
Todo este proceso permitió un formidable incremento de la producción, al
igual que una marcada disminución de los costos de obtención y transporte y de este
modo se posibilitó el aprovechamiento pleno de las ventajas comparativas argentinas
y su inserción en los mercados mundiales4.
De este modo las exportaciones pasaron desde 2.000 toneladas en 1886 a
2.680.000 en 1909 y la producción desde 114.000 unidades en 1875 hasta 4.250.000
en el citado 1909.

2. Mendoza y el mercado nacional
Como vimos en el punto anterior, en el período independiente, la escasez de cereal se intensifica en el Río de la Plata. De este modo algunas cargas de productos mendocinos comienzan a llegar al mercado porteño. Así en 1827 (uno de los años del bloqueo portugués del Río de La Plata) de 1.098 cargas de harina y
trigo salidas de Mendoza, de un total de 3.326 iban a Buenos Aires y 469 a Santa Fe,
o sea 23.5005arrobas en total llegaban al Litoral del país.
En la década de 1830 estas exportaciones parecen hacerse más regulares.
Así en el quinquenio 1831/1835 se introducen un promedio anual de más de 400 arrobas para incrementarse significativamente en los siguientes períodos del modo que se consigna6:
Introducciones de trigo mendocino en Buenos Aires (1831/1845)
Período Promedio Anual
1831/1835 423 @
1836/1838 2.488 @
1839/1842 6.898 @
1843/1845 43.219 @

Como se advierte luego de un crecimiento más o menos persistente pero moderado hasta 1842, se da un incremento significativo en el período 1843/1845 para luego declinar, aunque en forma un tanto errática (los valores van desde 4.479 arrobas en 1849 hasta 30.646 arrobas en 1847) en el último cuatrienio considerado.
Lo ocurrido parece tener que ver con la producción bonarense de trigo la cual resulta descendente desde 1837 hasta 1841 . A partir de 1844
comienza a regularizarse la producción y el abastecimiento de trigo y los precios
bajan. De este modo se explica la declinación en la exportación de harinas
mendocinas desde 1845 en adelante.
En la década de 1850, no obstante, se incrementa la demanda del litoral,particularmente desde Rosario, gran centro distribuidor para el N.E.el norte y aún Buenos Aires. Así en 1856 se exportan casi 100.000 arrobas de harina mendocina y en 1860 alrededor de 60.000, de las cuales, en el último caso, el 87% van al
Rosario. Esta situación parece mantenerse en años posteriores, ya que Mendoza
sigue exportando harina hasta 1903 aunque con altibajos. Así en 1881 y 1882 se exportan 86.873 y 142.117 arrobas respectivamente, pero entre 1870 y mediados de
1877 no se había exportado . No obstante su participación en el mercado nacional
tanto de este producto, como de su materia prima irá perdiendo relevancia. Veamos
algunos números al respecto.
En Mendoza aparece una marcada declinación en la producción después de 1882. Pero al mismo tiempo si nos vamos para atrás intuimos la trascendencia de Mendoza en el orden nacional. Su importancia se incrementa si tomamos la producciones en lugar de superficies cultivadas. En 1852 se producía de 90.000 a 100.000 fanegas18 de cereal mendocino . Apenas una década antes el trigo provisto al mercado de Buenos Aires, de la misma zona, oscila entre 30.000 y 100.000 fanegas (entre 1836 y 1841). De lo expuesto y de otros antecedentes podemos concluir que en esos años y aún hasta mediados de la década de 1860 Mendoza proveía entre el 15% y el 25% de la producción nacional, dado los altos rindes de sus sementeras.
Respecto al trigo de Mendoza dice Hudson que era “de la mejor calidad y de
un producto admirable”. Agrega que “ ordinariamente se compra en la cosecha de 6 a
8 reales, en tiempos en que se ha dado lugar a nuestras harinas en el mercado de
Buenos Aires, viene a ser la primera y más valiosa de nuestras producciones
exportables”20. Aunque aquí no se aclara suponemos el precio se refiere a una
fanega.
Maeso, anotador de Parish, no coincide totalmente con Hudson, de cuya obra indica haber tomado notas, al igual que de informaciones brindadas por el Dr.Bernardo de Irigoyen, quien estuvo varios años en la Provincia. El libro por Maeso traducido y ampliado, terminado en 1854, menciona al trigo como un de los productos
de mayor escala y que la única plaga que sufre es la langosta, la cual “ atacó las
plantaciones el año anterior [creemos en 1853] de manera desoladora”.Menciona la obra que “ son innumerables los molinos que hay para la elaboración de las harinas y todos tienen siempre ocupación. Son movidos por agua.
Algunos indican que la harina mendocina, “que se trae una que otra vez a Buenos
Aires, adolece de gusto desagradable”, lo que parece “provenir de que siembran el
trigo en terrenos generalmente ya sembrados de alfalfa”.
Hace referencia finalmente a los problemas de exportación para cubrir los costos. La harina mendocina no puede competir con la norteamericana que se expende a 10 reales la arroba (40 reales quintal, o sea 5 pesos). Lo propio ocurre con el rico almidón que se elabora del trigo y se extrae para otras provincias. El examen de los antecedentes del molino Correas nos permitirá saber qué ocurrió en los años posteriores a estas apreciaciones de Maeso.
En cuanto a la producción de trigo a lo largo del siglo en Mendoza, para
satisfacer la demanda interna, como de fuera de la provincia fue evolucionando más
o menos como hemos señalado antes en la segunda mitad del siglo: de las 90.000
fanegas de 1852 se pasó a 150.000 dos décadas después y llegó casi a 400.000 en
1883. A partir de allí se inicia una declinación que se traduce en que se exporta por
última vez trigo y harina en 1903. A partir de allí la decadencia de la producción es
mucho mayor. Así según el censo de 1914 la superficie cultivada decae a 2.323
hectáreas y en 1936 se reducirá a tan solo 450 hectáreas, es decir que Mendoza se
transforma en importadora de trigo y posteriormente, harina.
La elaboración de esta última, por su parte, se realizará por muchos años en
sus molinos, pero se reducirá el número de éstos.

HITOS: CASI 500 AÑOS CON LA VID Y EL VINO

Ya en tiempos coloniales, la vitivinicultura era la principal industria de Mendoza. Pero a partir de la década de 1830, entró en franco decadencia. Luego, tomó verdadero impulso a mediados de los ’80. Durante gran parte del siglo XX, vivió momentos de prosperidad y crisis. A partir de los años ’90, comenzó un vertiginoso crecimiento que perdura hasta el presente.
1561- El 2 de marzo, el español Pedro del Castillo fundó la Ciudad de Mendoza y entregó a varios de sus expedicionarios cuadras para chacra y viña.
1562- Juan Jufré trasladó la Ciudad y un año después fundó San Juan. Se cree que trajo la vid y varios de sus hombres eran experimentados viñateros.
1600- En Mendoza, había varias bodegas y la superproducción de vino era un problema, por lo que los elaboradores buscaron mercados en el resto de lo que actualmente es la Argentina.
1618- Primer ingreso de vinos mendocinos a Buenos Aires, que durante la Colonia fue el principal mercado. También se vendía al Litoral, Chile y el Alto Perú.
1814- La apertura del comercio tras la Revolución de Mayo de 1810 y el bloqueo del mercado con Chile por los realistas afectaron la vitivinicultura local. El gobernador Intendente José de San Martín ordenó a los mendocinos un impuesto voluntario sobre la extracción de vinos y aguardientes, que produjo una importante retracción, y en su Ejército Libertador se fueron muchos hombres libres y esclavos que se dedicaban a la actividad. Pero también logro incentivos para la elaboración.
1831- Las guerras civiles sumieron a la provincia en reiteradas crisis económicas, por lo que se debieron diversificar los cultivos y la producción, en detrimento de la vid. Como muchos bodegueros se exilaron por problemas políticos, la vitivinicultura vivió años de ocaso.
1853- Llegó a la provincia el francés Michel Aimé Pouget. Introdujo la Malbec y dirigió la Quinta Normal de Agricultura, donde enseñó modernas técnicas vitivinícolas.
1861- El 20 de marzo, un terremoto destruyó la Ciudad de Mendoza. Siguieron años de crisis económica e institucional, que impidieron que resurgiera la vitivinicultura.
1872- Se abrió el Colegio Agronómico. En 1885 se convirtió en la Escuela Nacional de Agricultura y en 1897, en la Escuela Nacional de Vitivinicultura. De ahí egresaron los primeros enólogos locales.
1884- Se sancionó la Ley General de Aguas, que impuso orden y seguridad a los propietarios de terrenos. Siguieron importantes obras hídricas que ayudaron a ampliar las zonas cultivables.
1885- Llegó el tren a la Ciudad. Así empezaron a arribar inmigrantes que primero trabajaron la viña y luego fueron bodegueros. Además, trajo maquinaria e insumos importados que permitieron reconvertir las bodegas.
1913- En abril se realizó el Segundo Congreso Nacional de Comercio e Industria. Incluyó una Fiesta de la Vendimia: un desfile nocturno con gran convocatoria, aunque no volvió a repetirse en los años siguientes.
1914- Había unas 1.500 bodegas, que produjeron 1.310.030 hl. de vino, contra los 52.174 hl. que se elaboraron en 1884. Además, existían 55.344 ha. de superficie con vid, cuando en 1884 eran 1.130 ha.
1934- El crack del ‘29 produjo la caída del consumo anual de vino: de 62 litros per cápita en 1926, pasó a 32,8 en 1932. Como la elaboración siguió siendo importante, se creó la Junta Reguladora de Vinos, que le sacó a los gobiernos provinciales el control de su vitivinicultura. El ente ordenó extirpar viñedos, impuestos a los nuevos cultivos y arrojar el vino excedente. No funcionó y fue disuelto en 1943.
1936- Primera Fiesta Provincial de la Vendimia. Surgió para estimular el consumo de vino y promocionar el turismo de Mendoza.
1950-Durante la presidencia de Juan D. Perón hubo una redistribución de ingresos y una gran inmigración de la zona rural a la urbana. Eso incrementó el consumo de vino y para cubrir la demanda se llegó a estirarlo con agua.
1954-El gobierno provincial compró el paquete accionario de Bodegas y Viñedos Giol para evitar su quiebra. Era la más grande e importante. Su estatización permitió regular el mercado de compra de uva y ayudó a que la actividad general repuntara.
1959-Se creó el Instituto Nacional de Vitivinicultura, que tiene su sede en Mendoza y vela por la genuinidad de los vinos. Así, la elaboración argentina es la más controlada del continente.
1960- A lo largo de la década se llegó al récord de consumo: 88 litros per cápita anuales. La ecuación era uvas comunes-vinos indiferenciados-alto consumo masivo. Se elaboraba con maquinaria nacional protegida de la competencia extranjera, pero más cara y de menor desarrollo tecnológico.
1977-Récord de superficie cultivada con vid a nivel nacional: 350.000 ha. Pero a finales de la década comenzó a erradicarse viñedos por las crisis de precio.
1980-Acusado de subversión económica, cayó Héctor Greco que llegó a poseer 44 empresas y manejar el 30% del mercado de vinos nacional. Dejó a muchos desempleados y grandes extensiones de viña abandonadas.
1983-Con el regreso de la democracia Mendoza implementó planes para instalar plantas deshidratadoras y congeladoras, comenzó a funcionar el Puerto Seco, se mejoraron los cauces, se racionalizó el agua y aumentó el vino de traslado.
1988- El gobernador José Octavio Bordón desestatizó Giol. Su estructura comercializadora pasó a Fecovita, que reúne a 5.000 productores nucleados en 40 cooperativas locales.
1990-El ingreso a una economía de mercado y el sistema bimonetario permitieron estabilidad. A lo largo de la década, el sector pudo importar bienes de capital, tecnología de punta e insumos a menor costo y con financiación. Implicó una modernización y reconversión en el proceso de vinificación. Llegaron capitales y profesionales extranjeros que se adueñaron de las principales firmas locales, implantaron nuevas variedades y transformaron las existentes.
HOY- La Malbec domina la viña: a nivel nacional se cultiva en más 22.462 ha., de las cuales 60% está en la micro región que forman Maipú y Luján de Cuyo. La ecuación es menor terreno cultivado-menor o estable elaboración-mayor calidad-mayor rentabilidad. Y el enoturismo se ha convertido en un atractivo más de la provincia.
ÚLTIMOS DATOS SOBRE LA INDUSTRIA VITIVINÍCOLA
-Sitio del Instituto Nacional de Vitivinicultura: www.inv.gov.ar
-Sitio del Fondo Vitivinícola Mendoza: www.fondovitivinicola.com.ar
-Sitio de Bodegas de Argentina: www.bodegasdeargentina.org
-Sitio de Área del Vino: www.areadelvino.com
-Sitio de la Fundación Instituto de Desarrollo Rural: www.idr.org.ar
-Sitio de la Fundación ProMendoza: www.promendoza.com
-Sitio de la Dirección de Estadística e Investigaciones Económicas: www.deie.mendoza.gov.ar
2) LA VITIVINICULTURA DE MENDOZA: EL ÚLTIMO SIGLO
LA PRIMERA RECONVERSIÓN
Desde hace más de una década, la vitivinicultura en Mendoza -y Argentina en general- vive una época de uvas gordas. Esto, gracias a una reciente reconversión tecnológica, la sustitución de cepajes para la elaboración de vinos de mayor calidad, la conquista de mercados internacionales, el ingreso de capitales extranjeros y la labor de instituciones, empresarios y profesionales con renovados conocimientos y mentalidad, entre otros factores.
Este proceso, que remite al boom que vivió la actividad a finales del siglo XIX, se vio favorecido por la misma apertura de la economía nacional que –paradójicamente- perjudicó a otros sectores y augura a la “industria madre mendocina” un futuro cada vez más optimista.
Pero el camino no fue fácil: hubo muchos años de uvas flacas...
En las primeras décadas del siglo XX, la vid y el vino de Mendoza gozaban de los cambios cualitativos y cuantitativos puestos en marcha a partir de 1885. Ese año marca el nacimiento de la vitivinicultura moderna en Argentina, ya que empezaron a llegar a Cuyo -principal zona vitivinícola del país- el ferrocarril y con él nuevas tecnologías.
Además, se inició el ingreso de inmigrantes que fueron la principal fuerza de trabajo para la viña y, en muchos casos, terminaron conformando la elite industrial propietaria de las principales bodegas locales.
Eso, en un escenario propicio en el cual se habían sembrado varias medidas de gobierno, como leyes, obras hídricas, estímulos a la producción y la capacitación con especialistas en vitivinicultura.
Como espejo de esa situación, la proliferación de bodegas en Mendoza fue sorprendente: las 56 que había en 1864 pasaron a ser 400 en 1895, 1.181 en 1910 y 1.398 en 1914.
Asimismo, la tecnología doméstica fue superada por la europea en todo el proceso de vinificación, mejorando la calidad de la producción. De hecho, se remplazaron las precarias construcciones con paredes de adobe por muros de ladrillo, los lagares de cuero dieron lugar a los de cemento y los odres de cuero y las vasijas de barro fueron sustituidos por toneles de roble de Nancy, elegantes barricas, piletas y cubas de hormigón armado y mampostería. A la par, evolucionó el marketing gracias a una especialización y diferenciación del producto, su venta en botellas y el uso de marcas.
Fue, entonces, la primera reconversión que protagonizó la industria, lo que recién volvería a evidenciarse en la década de 1990.
Ese proceso también se vio favorecido por la Primera Guerra Mundial, que ocasionó una gran caída en la disponibilidad de excedentes de vinos exportables en Europa. Eso ayudó a acelerar el proceso de sustitución de importaciones en la Argentina mediante una mayor producción en el mercado interno y generó un incremento de las exportaciones. Por ejemplo, en 1911 se importaron 41.000.000 de litros de vino y en 1920 apenas 2.500.000. A la par, en 1911 se vendieron al exterior $3.500.000 y en 1920 unos $9.000.000. Así, al finalizar el conflicto la producción cuyana se había afirmado en el país con productos cada vez más competitivos.
Paradójicamente, esto se dio en medio de una de las grandes crisis cíclicas que golpearon al sector en ese siglo, lo que volvería a darse a partir de la década de 1930, cuando la vitivinicultura mendocina comenzó a transitar alternancias de crisis y repuntes, en las que el intervencionismo estatal tuvo gran parte de la responsabilidad, sumiendo a la industria en un subibaja de incertidumbres.
Al respecto, la Guía de viñas, bodegas y vinos de América del Sur de 2003 interpreta que a lo largo del siglo XX "el estado vitivinícolamente omnisciente y totipotente hizo de todo en contra de un sano desarrollo del sector: fomentó la plantación de vides de baja calidad, impuso cupos a la producción, fomentó el desarraigo de viñedos, impuso precios mínimos a granel y máximos al consumidor, bloqueó partes de la producción de uva, limitó la comercialización y reguló los precios con sus YPF del vino, Cavic y Giol".
EL VINO CORRÍA POR LAS CALLES
A la par de la depresión económica que asoló al planeta a partir de 1929 y pese a que a principios de los años '30 los argentinos tomaban más de 50 litros anuales per cápita de vino, en Mendoza la plantación de viñedos y la elaboración habían sido excesivas con relación al mercado. El stock de difícil colocación, la desocupación y la caída de los ingresos ocasionaron que el consumo pasara de 62 litros (1926) a 32,8 (1932). Además, en ese período hubo una retracción en la demanda de uva: de 8.274.400 quintales se pasó a 489.400; y el precio cayó de $19 el quintal a $1,20.
En ese marco, comenzó a practicarse uno de los rasgos que caracterizaron la economía nacional en el siglo XX: el intervensionismo estatal con fines proteccionistas o regulatorios de la sobreproducción. En Argentina, como en otros países en crisis, arrancó una etapa de economía mixta, industrial
y cerrada, en la cual el Estado al principio fue protagonista vía regulaciones y controles, y después productor de bienes y servicios mediante monopolios públicos.
A finales de 1934, el Estado nacional -en manos de los conservadores- creó la Junta Reguladora de Vinos a partir de un proyecto del Partido Demócrata, que gobernaba la provincia. Pese a tener delegaciones en
Mendoza, San Juan y Río Negro, el ente puso en poder de la Nación los resortes de regulación de la producción para adecuarla al consumo. De entrada, ordenó evitar la vinificación de 3.600.000 quintales de uva para lo que determinó la compra de vid, la extirpación de viñedos, un gravamen a nuevas plantaciones y la prenda de vino. Entre 1937 y 1938 se arrancaron 18.000 hectáreas de viña y la superficie cultivada se redujo a 83.000 hectáreas.
Un falso optimismo hizo creer que con eso se había solucionado el problema, pero cuando en 1938 reapareció la crisis, el vino fue literalmente derramado. Tal vez entonces surgió la leyenda de que en Mendoza el vino corre por las acequias.
Sin embargo, se logró cierto equilibrio: hacia 1942 el precio de la uva era de $11,81 el quintal, en 1944 las viñas cubrían 100.000 hectáreas –se había sustituido mucha uva criolla por Malbec- y en 1945 se hicieron 8.000.000 de hectolitros de vino.
Así y todo, el ente perjudicó la producción cuyana: destruyó su riqueza esencial, ya que actuó sin interiorizarse de la realidad agrícola regional, con desorganización, lentitud y burocracia. Y al decir de Pablo Lacoste, su acción consistió en hacer una trasferencia de recursos en beneficio de los sectores más poderosos. Conjuntamente, el gobierno tuvo a su alcance otro espacio de presión: decidir qué paños de viña se iban a confiscar (ante lo cual el propietario debía conformarse con una
indemnización), y cuáles podrían seguir produciendo. El ente fue disuelto en 1943 por el gobierno militar y sustituido por la Dirección General Vitivinícola.
A la par, dos de los cuatro gobernadores demócratas que tuvo Mendoza en la llamada "década infame", establecieron medidas para proteger la vitivinicultura local. Ricardo Videla (1932-1935) creó la Comisión Autónoma de Defensa Vitivinícola y decretó la obligatoriedad de embotellar el vino para consumo. Además, como el ferrocarril Buenos Aires al Pacífico se negaba a atender las necesidades provinciales, logró que la firma cediera organizando una ruta de transporte del vino hacia Buenos Aires a través
del Litoral mediante camiones, tren estatal y vía fluvial.
Por su lado, Guillermo Cano (1935-1938) organizó la Sección Antifiloxérica de Patología Vitícola para evitar la destrucción de viñedos e inauguró la Primera y la Segunda Zona Libre Alcoholera de Mendoza, en Gutiérrez (Maipú) y en San Rafael respectivamente. Asimismo, fue el ideólogo de la Fiesta de la Vendimia, que nació en 1936 para promocionar las virtudes turísticas de Mendoza asociándolas a su principal industria.
CON AGUA PARA QUE ALCANCE
Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), en Argentina hubo redistribución de los ingresos y migración de la zona rural a la urbana, sobre todo a Capital Federal. Eso produjo un incremento en el consumo de vino que superó a la oferta, por lo que en los años '50 el gobierno nacional, en manos de Juan D. Perón, autorizó el estiramiento con el agregado de agua e impuso un racionamiento de despachos para consumo.
También se otorgaron créditos para comprar tierras y mejorar viñedos, entre otras medidas que ayudaron a promover el desarrollo de los vinos mendocinos, cuya elaboración se hizo masificada e indiferenciada. Así, aumentó la rentabilidad del sector, hubo inversiones, se sustituyó uva noble por otras más rústicas pero de mayor rendimiento, se construyeron y ampliaron bodegas, se introdujeron técnicas y equipos para extraer aguas subterráneas y se adoptó el parral como sistema de conducción de viñedo que otorgó altísimos rendimientos de uva por hectárea.
Igualmente, aparecieron los contratos de maquila: un productor sin bodega lleva sus uvas a un bodeguero inscripto para que elabore el vino y lo mantenga hasta la fecha establecida en el contrato. Los viñateros así podían proteger el valor de sus uvas, elaborar su propio vino y contrarrestar el poder de los bodegueros.
En sintonía, a fines de 1954, el gobierno provincial adquirió casi todas las acciones de Bodegas y Viñedos Giol. Quería evitar la quiebra de la firma más fuertes del sector: poseía más de 1.000 hectáreas de viña, hacía 70.000.000 de litros de vino, compraba unos 400.000 quintales de uvas a varios productores y 400.000 hectolitros de vino a trasladistas. Se inició así la recuperación del prestigio en la industria vitivinícola por su alta producción y la bodega -la más grande del continente- actuó como regulador de la compra de uvas.
Otra de las intervenciones se dio cuando el 23 de octubre de 1959, a partir de la Dirección Nacional del Vino y Bebidas Alcohólicas, se creó el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). Es un órgano fiscalizador con sede en Mendoza que controla la genuinidad de los vinos. Una de sus primeras gestiones fue definir qué es el vino y otros elementos vinculados a la industria. Eso implicó el reconocimiento de la existencia de una actividad económica importante en zonas alejadas de la Capital Federal.
Hoy, posee 15 delegaciones en zonas productivas y de consumo del país y 10 laboratorios en distintas provincias para controlar la producción en todas sus etapas. Cada año, a través del INV el Estado fija las fechas del final de la cosecha y de liberación de los nuevos vinos, y establece el grado alcohólico mínimo del vino del año.
Mendoza creó en 1994 un Fondo Vitivinícola para la promoción de los vinos, cuya financiación se lograría con un impuesto de $0,01por litro de vino, no aplicable a quienes elaboran un porcentaje de mosto variable. Además, no se permite la venta a granel al detalle y elaborar espumantes o destilados en la bodega.
El INV hace que la industria vitivinícola argentina sea la más controlada del continente. Pero en el proyecto vitivinícola estatal de los años '50 no se buscaron nuevos mercados, la promoción de las exportaciones y la diversificación de la producción, por lo que Giol y el sector siguieron arrastrando dificultades estructurales.
Como síntesis de esa época, el socialista Benito Marianetti escribió: "La industria vitivinícola no sólo ha tenido que soportar los efectos de la crisis y los de la improvisación y la especulación, el fraude y la falta de un plan. Ha tenido que aguantar la acción oficial, en el orden local y nacional que, por regla general, ha sido desquiciadora. Tanto en la época de la Década Infame, como en la época de Perón, la industria fue degradada. En la primera , se erradicaron miles y miles de hectáreas de viñedos `para mantener los precios'. En la segunda, se impuso el aguamiento de vino `para abastecer al mercado".
Incluso, Marianetti le achaca responsabilidad a sus partidarios al decir que J. B. Justo menospreciaba la industria y que La Sociedad Luz, que luchaba contra el alcoholismo, "nunca le hizo buena cara a nuestra industria y los socialistas mendocinos eran vistos en Buenos Aires como compañeros oriundos de tierras que debían ser puestas en cuarentena".
LA ÉPOCA DE LA DAMAJUANA
En los años '60, cuando ya imperaba el intervencionismo estatal, la vitivinicultura se abasteció de insumos y equipamiento de industria nacional, protegida de la competencia externa pero de menor desarrollo tecnológico y más cara que la internacional.
En ese escenario, a mediados de la década se llegó al récord de consumo per cápita que promedió los 88 litros anuales, y la decisión de prorratear el vino y las sequías que afectaron las cosechas del '68 al '70 mejoraron la colocación del vino acumulado. En los años '70, la ecuación fue uvas comunes-vinos comunes indiferenciados-alto consumo masivo, y el producto envasado en damajuana.
Entonces, los antecedentes en materia de exportación de vinos mendocinos no eran muy alentadores: la cifra más alta se había alcanzado en 1944, con 2.456.556 litros, y la más baja en 1963, con 272.397. Las características del producto de exportación, que se mantuvieron hasta los '80, no colaboraban a su colocación en los mercados internacionales: era caro, no siempre de alta calidad y estacionario, y no se invertía en su aspecto como producto.
Por otra parte, en 1977 se registró el récord histórico en cuanto a superficie cultivada con vid a nivel nacional (350.000 hectáreas) y mayores producciones de uva y vino.
Pero a finales de la década comenzó un proceso de erradicación de viñedos como consecuencia de las repetidas crisis de precio.
A finales de los '70, el negocio financiero adquirió más fuerza y en Mendoza tuvo su expresión con el grupo Greco, liderado por el célebre Héctor Greco (Buenos Aires, 1928-1988). Este concentró 44 empresas, ocupó con el Banco de los Andes el primer lugar en el ranking de depósitos nacionales y llegó a comercializar el 70% del vino de traslado en Mendoza y San Juan y poseer el 30% del mercado de vinos nacional (en la época de la llamada "plata dulce" hacía que el litro de vino costara un dólar). Su influencia fue tal que, en un tiempo, un cartel ubicado en el ingreso a la provincia decía: "Bienvenidos a la tierra de Greco".
Sin embargo, en 1980 la Dirección General Impositiva (hoy AFIP) le hizo una inspección y terminó acusado de subversión económica, por lo que pasó un año y medio en la cárcel, y ya liberado, en 1984, vivió a la sombra de procesos legales. Tras su muerte -en un accidente automovilístico-, millones de litros de vino desaparecieron, muchísimas deudas se esfumaron y firmas a medio comprar volvieron a sus propietarios. Miles de productores arrendatarios y obreros se quedaron sin trabajo o con papeles sin valor, por lo que muchas hectáreas de vid fueron abandonadas provocando un marcado éxodo rural, se aceleró la consolidación del fraccionamiento en origen y vinieron tiempos de ajustes, disminuciones de consumo y superficie de vid, especialmente las de variedades nobles en las zonas más aptas.
Hacia 1983, con el retorno de la democracia al país, Mendoza implementó planes para la instalación de plantas deshidratadoras y congeladoras, puso en funcionamiento el Puerto Seco, mejoró los cauces, racionalizó los recursos hídricos y logró un aumento del precio del vino de traslado.
En ese contexto, en 1988, debido a que la política reguladora de precios para los viñateros sin bodega que se había previsto con la Giol oficial no generó los resultados esperados, el gobernador José Octavio Bordón (PJ) desestatizó la empresa. Su estructura comercializadora pasó a la Federación de Cooperativas Vitivinícolas (Fecovita), que agrupa a más de 5.000 productores, de 40 cooperativas.
En tanto, en el viejo casco del establecimiento hoy funciona el Museo del Vino y hasta 2005, en las enormes vasijas vinarias estaba el depósito de Secuestros Judiciales de la provincia. La comuna de Maipú proyecta poner esa infraestructura en valor para habilitar un centro universitario, con alojamiento para los estudiantes de los distritos más alejados de la villa cabecera.
LA REFUNDACIÓN BODEGUERA
A principios de los años '90 se inició un profundo cambio en las instituciones económicas argentinas y se pasó a una economía de mercado, favorecida por el sistema bimonetario ($1=U$S1) que permitió estabilidad.
El sector vitivinícola pudo importar bienes de capital, tecnología de punta a bajo costo e insumos de mayor calidad a menor costo y con financiación. Eso implicó una modernización y renovación del cepaje, los sistemas de conducción y el proceso de elaboración, conservación y embotellado. Se sumó el que varias empresas contaron con asistencia técnica de expertos llegados del exterior. Además, los empresarios invirtieron en marketing, promoción y renovación de envases y etiquetas y buscaron la profesionalización de sus bodegas y nuevos canales de distribución.
En general los empresarios extranjeros adquirieron firmas ya existentes (pocos fundaron nuevas bodegas), se abocaron a la elaboración de vinos finos, reconvirtieron y modernizaron la tecnología de producción y su objetivo fue la exportación.
En la década pasada además adquirió importancia la integración de los productores, se estableció definitivamente el fraccionamiento en origen y la industria se proyectó en los mercados internacionales.
Pero siguió presente el problema de la saturación del mercado y la caída del precio del vino. Esto determinó que en 1994 los gobiernos de Mendoza y San Juan firmaran un acuerdo para disminuir los excedentes vínicos, que establece que ambas provincias fijen cada año un porcentaje mínimo de la producción que deberá destinarse a usos no vínicos.
En forma paralela se acordaron otras alternativas para descongestionar el mercado interno, como el incentivo a las exportaciones. El no cumplimiento de esta pauta diversificadora obliga a las empresas a pagar un impuesto y el Estado se compromete a devengar una suma igual a la recaudada por esta tasa.
Con ese dinero, en 1995 se conformó el Fondo Vitivinícola Mendoza, encargado de promocionar el consumo de vinos en el mercado interno. A la par, surgieron otras instituciones como Bodegas de Argentina y eventos con fines de promoción de la producción local, como la Vinandino: primer concurso internacional de vino del Hemisferio Sur, que se realiza desde 1993 cada dos años en Mendoza (en 2007, San Juan debutó como sede de algunos episodios del certamen).
A eso se suma la cada vez más activa y exitosa participación de las bodegas locales en certámenes nacionales e internacionales, en los cuales los productos mendocinos obtienen importantes galardones. Además, desde hace algunos pocos años en la capital del país hay una creciente variedad de eventos dedicados al vino, como exposiciones, cataciones y degustaciones.
A lo largo de los '90, a nivel mundial se produjeron grandes modificaciones en la oferta, la demanda y el comercio del vino, tanto como cambios en los hábitos y gustos de los consumidores y la irrupción de la gran distribución. Se produjeron sustituciones (vino de mesa por el de mayor calidad), se redefinió el concepto de vinos de calidad (antes se asociaba a los vinos con denominación en origen, luego se agregaron los varietales y se comenzaron a demandar vinos más suaves, sanos, seguros y naturales), disminuyeron los tomadores habituales y hubo un incremento del tinto, debido a la promoción de sus virtudes para la salud.
La Argentina siguió esta tendencia: en 1980, el argentino bebía 76 litros de vino por año (70 de mesa y 6 de fino) y dos décadas después bebía 38 litros anuales (27 común y 11 de finos y otros). Como se ve, bajó el consumo de vinos de mesa y creció el de finos. Pero también disminuyó el consumo de alcohol, creció el consumo de tinto (se lo considera más natural, saludable, aromático y sabroso que el blanco), desaparecieron las tradicionales presentaciones de mesa (botella de 1 litro y la damajuana, remplazadas por el envase de cartón).
No obstante, ya en 2004 el consumo de vinos en general había descendido a 29,87 litros por año per cápita, cifra que sufrió una pequeña recomposición a partir de 2006.
OCTAVA CAPITAL MUNDIAL DEL VINO
La desregulación económica de los '90 impulsó el mercado de uvas finas y la diferenciación de precios por variedad, calidad y zona. Por eso, los viñateros se dedicaron a cultivar uvas de buena calidad y sustituir la criolla por la francesa, y los bodegueros elaboran vinos cada vez mejores, incluso en su presentación. Además, los viticultores locales desarrollaron otros productos en base a vid: jugo concentrado o mosto, pasas y uvas para consumo en fresco.
Así la Malbec se convirtió en la reina de las viñas y de las bodegas locales y nacionales, tanto que hoy se cultiva en más de 16.000 hectáreas de varias provincias del Oeste argentino, de Salta a Río Negro. Pero el 60% del cultivo nacional está en la microrregión mendocina Maipú-Luján de Cuyo y el vino elaborado con esa cepa es identificatorio de la Argentina en los mercados internacionales.
Los vinos varietales que se elaboran en Mendoza son: de las cepas tintas, además de Malbec, Bonarda, Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah y el Pinot Noir; y de las blancas, Torrontés, Chardonnay, Sauvignon Blanc, Semillón y Chenín Blanc.
Hoy, en el país hay unas 1.500 bodegas, de las que más de 890 están en Mendoza (71% del total). Los viñedos a nivel nacional cubren más de 218.500 hectáreas, de las cuales casi 152.926 están en la provincia, lo que representa unos 16.880 viñedos. En el país, de los 17.000.000 de hectolitros de productos derivados de la vid que en promedio se elaboran por año, más de 11.000.000 son de Mendoza.
Esta participación ayudó a convertir la nación en la quinta del ranking de producción vitivinícola, entre Estados Unidos y Australia.
En 2005, Mendoza fue declarada Octava Gran Capital del Vino (Great Wine Capital). Las otras siete son Melbourne (Australia), Bordeaux (Francia), San Francisco y Valle de Napa (EE. UU.), Porto (Portugal), Bilbao y La Rioja (España), Ciudad de Cabo (Sudáfrica) y Florencia (Italia). Pertenecer a esta Red Global de Trabajo implica difusión, participar de encuentros internacionales y crear vínculos con instituciones líderes de promoción y marketing vitivinícola del exterior. El objetivo es que las capitales se relacionen a nivel vitivinícola, cultural, turístico, educativo, investigativo y mercadotécnico.
En la actualidad, la ecuación vitivinícola argentina es menor terreno cultivado-menor o estable elaboración-mayor calidad-mayor rentabilidad. En cuanto a la producción, en 1990 a nivel nacional fue de 14.036.300 hectolitros y en Mendoza se elaboraron 8.853.552. En 2005, mientras que la Argentina elaboró 15.221.555 hectolitros de vino, en la provincia se hicieron 10.951.498.
Con respecto a las ventas al exterior, a nivel nacional en 1979 se comercializaron U$S8 millones, y en 2006 fuero U$S 485.000.000. Los principales compradores: Estados Unidos, Reino Unido, Brasil, Canadá, Dinamarca, los países Bajos, Suecia, Rusia y Noruega.
Del vino emana todo un folclore que Mendoza comenzó a destilar desde 1936 con la Fiesta de la Vendimia. Pero también se han sumado otras alternativas culturales relacionadas con la industria que hoy atrapan a turistas de todo el globo. En Mendoza, el turismo vitivinícola es una oportunidad para la promoción de la actividad, la consolidación de la imagen de las bodegas y la vinculación entre el vino y otros sectores estratégicos.
Por caso, en 2004, las bodegas del país fueron visitadas por 421.696 turistas, de los cuales 358.206 se volcaron a establecimientos mendocinos. Los extranjeros adeptos a esta alternativa vienen de Francia, Suiza, Alemania, Italia, Noruega, Japón y Estados Unidos; y los argentinos arriban de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. En 2007, la cantidad de visitantes se acrecentó notablemente, al igual que el número de bodegas locales que abrieron a público: unas 100. Varias fusionan recorridos guidados por sus instalaciones, oferta gastronómica con degustación de vinos, alternativas de alojamiento, exposiciones de arte y hasta servicio de guías que manejan el lenguaje de señas argentinas para sordo-mudos.
A la par, los Caminos del Vino es el producto de enoturismo emblemático de Mendoza. El turista puede visitar bodegas de diferentes estilos arquitectónicos, de grandes dimensiones o con producciones muy limitadas y aprovechar una oferta que, aunque todavía en potencia, deja entrever un futuro prometedor. Desde 2001 y en coincidencia con Semana Santa, se realiza Música Clásica por los Caminos del Vino. Se trata de una serie de conciertos a cargo de intérpretes locales e internacionales que emplean como escenario templos, plazas, parques y bodegas de toda la provincia para hacer sonar sus instrumentos ante miles de melómanos.
Esto refleja que el enoturismo se abre paso entre las ofertas tradicionales y constituye un producto cada vez más buscado. Como los vinos de Mendoza.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

LA ECONOMIA DEL NORTE DE SAN MARTIN HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XX

Durante la segunda mitad del siglo XIX,la zona norte del actual departamento de San martin en la provincia de Mendoza experimentó importantes modificaciones en su estructura productiva que le hacieron pasar de un modelo agrario basado en el cultivo de cereales de secano y alfalfa, cuya producción estaba orientada para el engorde y posterior comercialización hacia Chile del ganado procedente del sur de Córdoba y Santa Fe a un sistema que, sin eliminar el anterior se basaba, en la medida que el ferrocarril unía al norte de Mendoza con los mercados de consumidores de Buenos Aires, en el desarrollo del modelo agroindustrial vitivinícola. A partir de este momento, las técnicas de producción capitalista se incorporaron a las tierras regadas y más fértiles. A ello se debe añadir una segunda fase, que comprendió el primer tercio del siglo XX, caracterizada por la diversificación de la estructura productiva agrícola y el desarrollo de otros cultivos de regadío, como los frutales, las hortalizas y el olivo, destinados preferentemente al consumo urbano nacional y en conexión con una incipiente industria conservera.

Éstos cambios tuvieron mucho que ver el aumento de la demanda de alimentos en la medida que se incrementaba la incorporación de emigrantes, principalmente del Mediterráneo, con unas costumbres y dietas que los convertían en consumidores de productos similares a los de sus países de origen8 . Esta expansión debe encuadrarse entre las nuevas condiciones que a nivel internacional se le exigió a la Argentina agroexportadora, y que fue posible por la existencia de una infraestructura viaria, capitalización agroindustrial y, sobre todo, por la incorporación de activos laborales. Para que todo ello fuera posible era necesario, en un entorno climático semidesértico, la canalización y la optimización de los recursos hídricos .

La consecuencia fue que durante los últimos años del siglo XIX y primer tercio del XX, se modificaran los modelos de crecimiento agrario hacia una reorientación de los cultivos basada en la diversificación de la oferta. Era la única opción de dar respuesta a una crisis internacional donde las cotizaciones unitarias de los productos agrarios descendían provocando la pérdida de renta de los productores, todo ello motivado por la internacionalización de la economía mundial a consecuencia del acortamiento de las distancias entre continentes por la revolución de los transportes.


DEL PREDOMINIO DEL SISTEMA CEREAL A LA ESPECIALIZACIÓN VITIVINÍCOLA.

Es preciso mostrar una instantánea sobre la organización del suelo agrícola a mediados del siglo XIX, donde las condiciones agroclimáticas con ausencia de precipitaciones, determinaban la elección de cultivos que fueran resistentes a largos períodos de sequía. En este sentido, los cereales de secano se convirtieron en los cultivos que mejor se desarrollaron y en los que, como más adelante mostraré, ocuparon las mayores extensiones de superficie agrícola.

A mediados del siglo XIX, el norte de San Martin en Mendoza mantenía una estructura productiva basada en el comercio de ganado a Chile. El cultivo de la alfalfa en todas las tierras aptas para el desarrollo de esta planta, los cereales, -principalmente trigo-, y los viñedos, constituyeron la trilogía hasta las décadas 1870 y 1880, donde la burguesía agroindustrial cuyana insertó la región en los mercados nacionales de productos agrícolas. Cereales y cultivos para la ganadería estaban asociados, y constituyeron la base de la economía agraria hasta que la llegada del ferrocarril provocó una mayor especialización basada en la vitivinicultura. La alfalfa era la base de un comercio lucrativo, el trigo sostenía una incipiente industria harinera y también de exportación, y el vino se convirtió en la principal base económica de la provincia. No obstante, también se alcanzó un mayor grado de diversificación con otros productos como nueces, frutas, verduras, aceitunas, maíz y cebada.

En 1852 debe añadirse un nuevo flujo comercial a través del Pacífico, propiciada por el crecimiento que estaba experimentando Estados Unidos, al convertirse en importador neto de productos vitícolas (vinos, uvas de mesa y pasas) y en general de frutas secas. En las décadas anteriores a 1870, el país norteamericano llegó a consumir el 11 % de la producción mundial de pasas y California se convertía en el estado donde el desarrollo de una potente agricultura y de su principal ciudad, San Francisco, demandaba toda clase de productos mediterráneos y muy especialmente aquellos de rápida aclimatación. En este contexto, la burguesía propietaria mendocina respondió a las demandas de estos nuevos mercados, con los que realizó operaciones comerciales de frutas secas (pasas de uva y de higos, orejones, manzanas y peras) y de otros productos de primera necesidad. En estos años de relativo dinamismo comercial se produjo un incremento de la tierra cultivada, aumento que se llevó a cabo gracias al mantenimiento del modelo tradicional basado en el cultivo asociado alfalfa-cereales en los terrenos incultos y la vid.

Los cereales junto con las plantas forrajeras ocuparon casi la totalidad de la superficie agraria útil desde mediados del siglo XIX. En 1864, concentraban el 94, 28 % de las tierras dedicadas a la producción agrícola, valor que desciende en casi 13 puntos porcentuales, al 81,70 % en 1895. Estos estan ocasionados en la medida en que el cultivo de la vid se consolidaba como alternativa más rentable. A partir de este momento, las vides dejaron de ser un cultivo asociado, produciéndose la especialización y la búsqueda de variedades de calidad. El cultivo del trigo se hacía con procedimientos rudimentarios donde la mecanización era muy escasa, tan sólo se incorporaban algunas máquinas a la trilla. Era obvio que la productividad unitaria, el grado de comercialización, el acceso a los mercados de consumo más importantes y la fertilidad de las tierras de La Pampa húmeda, eran suficientes elementos disuasorios como para que los cereales mendocinos fueran desplazados. La búsqueda de especializaciones se imponía como una estrategia que debía ser canalizada y desarrollada conjuntamente por la clase propietaria, y las autoridades provinciales y estatales. Parece ser que fueron ellos los que crearon el marco propicio para el desarrollo de la especialización vitivinícola y, en consecuencia, para la modernización del sector agrario.

El aumento de la superficie dedicada a la vid fue la respuesta de los agricultores a las nuevas condiciones que crearon el cambio de modelo de desarrollo en Mendoza. Entre ellas, se debe mencionar la incorporación de un espacio hasta el momento marginal al capitalismo internacional encabezado por Gran Bretaña. Por la revolución técnica en los transportes marítimos y terrestres, el territorio se convirtió en proveedor de materias primas agropecuarias. El incremento de la producción y el avance de las líneas ferroviarias hacia el oeste, hacen perder competitividad a las tradicionales actividades mendocinas: la ganadería y el cultivo de cereales. Es el momento en que el viñedo aparece como una alternativa económica para los intereses de la oligarquía agraria, como lo demuestra en términos absolutos el incremento de la superficie que pasa de 3.479 has en 1864 a 11.753 has para 1895. La demanda expansiva de vinos mendocinos tuvo como consecuencia inmediata el fuerte crecimiento de la superficie ocupada, como lo indica el que en 1936 se alcanzasen las 100.000 has y una producción de 7.070.411 hls.

En cuanto al resto de los cultivos, en los frutales deben incluirse todo tipo de árboles tanto de secano como de regadío: durazneros, damascos, higueras, manzanos, ciruelos, membrillos, perales, limoneros, naranjos, almendros, pomelos, cerezos y olivos. Respecto a este último, y a pesar de estar introducido desde el periodo colonial20, no se convirtió en un cultivo de importancia, sino que estuvo habitualmente asociado a la vid y a otros árboles frutales. Lo prueba el dato de 1908, en el que tan sólo estaban plantadas un total de 20 has21. No obstante, a partir de la década de los años treinta se promueve su cultivo como alternativa a la crisis que se estaba produciendo en el subsector vitivinícola en este período. En opinión de algunos historiadores mendocinos, la crisis mundial de la década de los treinta, la Guerra Civil española, e inclusive la II Guerra Mundial, provocaron un efecto de sustitución de importaciones que repercutió en un incremento de la superficie cultivada, dejando de ser asociado y plantándose por primera vez en las lomas de los montes

vinos y aguardientes en el virreinato y los primeros años de la Argentina

En varios puntos del Virreinato se elaboraban vinos y aguardientes, hasta en los lugares en donde no había materia prima. Tal es el caso de Buenos Aires, donde Sebastián Lezica tenía una fábrica de aguardiente para cuya obtención utilizaba melazas importadas del Brasil. Los vinos y aguardientes tenían su mayor y más importante centro de producción en Mendoza y San Juan, de las provincias de Cuyo, siendo su calidad y cantidad no inferiores a los de Andalucía.

En Buenos Aires se consumían en abundancia y eran preferidos por ser menos espirituosos y acomodados en sus precios, según la crónica del naturalista checo Tadeo Haenke. No había rivalidad entre ambas provincias pues parecía que habían convenido en dividir sus vides, ya sea para vinos o para aguardiente.

El jesuita Morales nos comenta el procedimiento empleado en la fabricación de vinos cuyanos: “Los vinos se componen mezclando a una cantidad de licor, otra parte de cocido que se hace de mosto o caldo de la uva. Mediante el fuego se logra hacerle perder la fluidez que es propia de los licores. Esta mezcla y composición se tiene por necesaria en consideración del grande espacio de tierras que deben pasar los vinos conducidos al puerto de Buenos Aires a donde se llevan y donde se consume la mayor parte de ellos”.

Las bodegas eran de una sola planta y sobre la superficie, aunque Morales aconsejaba la construcción de depósitos subterráneos. En una tasación realizada en la quinta de José Antonio Palacios, se mencionan pipas, tinajas alambiques, pailas, canastas para cosechar y para los envases, embudos de madera, etc. Las tinajas eran de barro cocido, grandes o pequeñas y los pellejos eran de cuero, impermeabilizados con brea o sebo.

El consumo de los vinos mendocinos era notable y la calidad del que se consumía en el lugar de producción era excelente. En cambio, el que probaban los clientes del litoral generalmente llegaban algo descompuestos por el largo recorrido, la ruptura de los envases, y el sol que tenían que soportar. Los que estaban habituados al fino bouquet europeo no podían encontrarlo agradable.

Por otra parte, en Buenos Aires se trataba de mantener el color y el sabor mediante procedimientos artificiales, como echarle tintilla, producto que también había que mandarlo pedir a Cuyo.

Se puede estimar la producción anual en la época en Mendoza entre 2 y 3 millones de litros anuales; en San Juan, se cosechaban aproximadamente 150.000 arrobas de uva (lo que significaba 1.875.000 kg): 10.000 arrobas destinadas a vino, y el resto para elaborar 350.000 litros de aguardiente, calculando que 5 arrobas de caldo producían una de aguardiente común. Una parte de éste volvía a destilarse, quedando reducido a la mitad, y así se obtenía el aguardiente “resacada” de alta graduación alcohólica. Este último producto se almacenaba en cantidades que llegaban a los 185.000 litros aproximadamente.

Asimismo, en el Alto Perú y Paraguay se preparaban vinos y aguardientes. La vid se cultivaba en Chuquisaca, Cochabamba y La Paz. Paraguay producía más bien aguardiente.

El aguardiente costaba, en San Juan $ 6. En Salta sufría un recargo de $19 entre fletes e impuestos, la venta producía $ 5 de ganancia. Entre los tributos se contaba la sisa que consistía en $ 6 a cada barril de aguardiente que llegara (19 + 6 = $ 25 el barril de aguardiente sanjuanino en Salta). En Buenos Aires valía $ 20, pero el aguardiente europeo y brasilero costaba de $ 10 a $ 12 en la capital del Virreinato. Es que el producto del interior pagaba impuestos en cada lugar que atravesaba hasta llegar al sitio de su venta, mientras que el de origen extranjero estaba exento de tanto tributo.

En 1801, el aguardiente estaba muy caro en Buenos Aires: $ 28 el barril “a prueba de aceite”, y $ 20 el “a prueba de Holanda” (1), mientras que el vino se vendía a $ 20 el barril de 32 frascos, y a 7 reales el frasco.

La guerra civil iniciada en 1820 hizo sentir a las industrias cuyanas los efectos de una paralización económica, ya que los vaivenes belicosos de la cambiante política creaban muchos problemas al tránsito pampeano.

Después de la batalla de Caseros la industria vitivinícola reinició sus progresistas tentativas, pero sus esfuerzos no eran compensados equitativamente.

La aparición del ferrocarril que unía Buenos Aires con Cuyo, revitalizó a la industria y produjo su inmediata transformación. Esta transformación se observó en los cultivos, en los procedimientos, en la modernización de las maquinarias, en las modalidades agrológicas y en las prácticas de regadío.

Los basamentos de la industria vitivinícola eminentemente criollos, se favorecieron con la incorporación del elemento humano extranjero procedente de países de gran perfeccionamiento vinícola y adquiriendo una modalidad cosmopolita que elevó sorprendentemente sus proyecciones.

Ya en tiempos de la Independencia argentina cuando Mendoza, San Juan y San Luis integraban la provincia de Cuyo, Mendoza constituía un progresivo emporio de esta industria. La vid se producía magnífica y sus vinos y aguardientes se enviaban a Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y aún al Paraguay, abasteciendo posteriormente los mercados del Brasil, Uruguay y Chile.

La actividad vitivinícola recibió notable impulso durante la permanencia del general San Martín en Mendoza, mientras preparaba el Ejército de los Andes.

Después en San Juan el doctor Ignacio de la Roza y en Mendoza el general Toribio de Luzuriaga, gobernadores de ambos estados, imprimieron vigor al sector plantando nuevas vides y construyendo canales de riego.

El primer censo nacional del 15 de setiembre de 1869 arroja para esta provincia 540 productores de vino y 14 vinicultores. En 1895 los primeros ya suman 7.214 y los segundos 447, la mayoría de los cuales eran vinicultores originarios de diversos países, especialmente europeos.

En cuanto a las hectáreas cultivadas con viñedos, se pasa de 2.000 en 1885 a 30.215 en 1909.

En 1946 Mendoza producía de 6 a 7.000.000 de hectolitros siendo su mayor producción la de vino tinto. En sus comienzos estaba dirigida a la obtención de vino común fuerte en alcohol y color, lo que implicaba un descrédito frente a los vinos importados.

A principios del siglo XX la problemática de la industria del vino se expresaba en estas líneas tomadas del Centro Vitivinícola Nacional: “Necesitamos conocer mejor la naturaleza de nuestras tierras, las exigencias de nuestras cepas y los métodos culturales más apropiados a éstas y en armonía a las condiciones climáticas. Los estudios ampelográficos (2) apenas se esbozan hoy. En el campo enológico nos hace falta el conocimiento profundo de la composición de los mostos en las distintas regiones…”.

En el año del Centenario, la Argentina ocupa el 8º puesto mundial y el 1º en Sudamérica en cuanto a producción. Una extensión de 3.796.997 hectáreas destinadas el 95% a producir uvas para vinos comunes y el 5% restante para los vinos finos. El total de capitales representa una doceava parte del total invertido en el conjunto de las industrias del país. Trabajaban 300.000 habitantes en la actividad y se producía hasta 180 mil hectolitros en un solo establecimiento.

Es de mencionar que la 2ª Guerra Mundial hizo decaer la importación de vino del extranjero, época en la que sólo entraban vinos de alta jerarquía. Luego la corriente exportadora a los Estados Unidos y a los países sudamericanos contribuyó a imprimir mayor cuidado en la calidad y envasamiento.

Referencias

(1) A “prueba de aceite” era el aguardiente refinado. La relación en grado entre el aguardiente “a prueba de aceite” y el aguardiente “a prueba de Holanda” era de un 73 por 100.

(2) La ampelografía es la ciencia que se encarga del estudio, la descripción y la identificación de la vid, sus variedades y sus frutos.

Fuente

Haenke, Tadeo – Viaje por el Virreinato del Río de la Plata – Emecé, Buenos Aires (1943).

Lima, Norberto – De la bodega a la alegría.

Morales, Manuel de – Descripción de las Provincias de Cuyo.

Todo es Historia – Año XI, Nº 124, setiembre de 1977.

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Martina Chapanay

Nació en el valle de Zonda, en San Juan de Cuyo, en 1800. Hija de Chapanay, último cacique huarpe de ese lugar, y de Mercedes González, una cautiva blanca robada a fines del siglo XVIII. El vocablo “Chapanay” se debe interpretar así: “chapad”, pantano, y “nai”, negación; por lo tanto: lugar donde no hay pantanos (1). Desde niña sintió atracción por las tareas propias de los hombres de su condición: fue jinete, baquiana y rastreadora habilísima. Adquirió asimismo gran capacidad en el arte del cuchillo, del lazo y de las boleadoras. Sus cualidades de destreza, audacia y valentía no fueron obstáculo para que se transformara en una mujer atractiva que “reinaba en los corazones” y era “admirada y respetada por cierta conducta recatada”.

En 1822, durante uno de sus viajes al Pueblo Viejo (Concepción) con objeto de vender mercaderías, Martina Chapanay conoció a quien tendría trascendente participación en su vida. Había ido a una de las mejores pulperías de la ciudad a vender unos porrones de “aloja” y adquirir un poco de azúcar, yerba y tabaco; al salir con su compra del local casi se lleva por delante a un mozo que entraba en esos momentos. Tratábase de un gaucho joven, agraciado, fuerte, de mirada inteligente, bronceado por el sol y con aire de forastero. Martina le pidió discupa, acompañando su excusa con una sonrisa, desacostumbrada en ella; el desconocido le hizo un tímido saludo con la cabeza, en señal de sorpresa admirativa, permaneciendo al principio como asombrado, corriendo luego a remover los cueros que cubrían el hueco abierto de la puerta del local para facilitar su salida.

Poco después preguntaba al pulpero sobre la joven, se enteró que era la hija del cacique Chapanay. Quiso gustar el brebaje llevado por la muchacha, que el pulpero le mostró, logrando que éste le sirviese una copa, que le gustó. El paisano se dirigió al día siguiente a Zonda donde se reunió con el padre de Martina para informarle que Quiroga lo enviaba desde su patria chica, La Rioja, para invitarlos a participar en las montoneras que estaba reuniendo, con hombres de allí y de los pueblos hermanos, para defender la libertad de todos los hombres de esas regiones. El propósito de salir a la lucha, en esos momentos precisos que la patria debía organizarse, en procura de un gobierno que los protegiese a todos contra las injusticias y abusos a que estaban reducidos desde hacía mucho tiempo, era justo y honroso.

Martina siguiendo sus huellas, se enroló en el ejército de Facundo Quiroga, interviniendo posteriormente en todos los combates de la campaña del riojano. Guerreó a favor de los caudillos que en las provincias encarnaron los anhelos populares.

Pedro D. Quiroga refiere que Martina “en la mitad de su carrera tuvo que lamentar la pérdida de su compañero que había perecido en la batalla de la Ciudadela en el Tucumán…”.

En efecto, uno de los jefes de la montonera de Facundo Quiroga, el intrépido comandante de gauchos consorte de Martina, perdió la vida al lanzarse en una violenta arremetida contra una línea de bayonetas del enemigo, a la que consiguió quebrar; a poco de haber obtenido ese resultado fue rodeado por milicos de infantería, y en una lucha desigual, que pudo haber prevenido, le mataron el caballo, que le arrastró a tierra, en donde le acosaron sus enemigos, ultimándole con un bayonetazo fatal.

Muerto su consorte, en la Ciudadela, el 4 de noviembre de 1831 y asesinado Quiroga en Barranca Yaco (1835), Martina Chapanay regresó al hogar paterno en Zonda Viejo, que encontró abandonado: los miembros de la pacífica y laboriosa tribu habían sido muertos y robados por el blanco, otros murieron reclutados en los ejércitos y los restantes se refugiaron en la serranía.

El constante clima de guerra y, en consecuencia, el cierre de establecimientos, habían separado del trabajo a los hombres, y las provincias no pudieron dar a la masa desocupada el sustento necesario. Malogrado el hábito del trabajo, se originaron las bandas nómadas aplicadas al atraco de la propiedad ajena. Martina, asilada en los montes, y acorralada por la miseria, se convirtió en jefe indiscutida de una de ellas, siendo repartido el producto de sus robos entre los pobladores más humildes. Más tarde, se enroló en las huestes del gobernador y caudillo sanjuanino, general Nazario Benavídez, comportándose gallardamente en el combate de Angaco (6 de agosto de 1841) y también en el de La Chacarilla en donde dicho general, favorecido por un fuerte viento Zonda, atacó sorpresivamente a las tropas unitarias del Gral. Mariano Acha que habían acampado en este lugar después de haber vencido a las fuerzas federales en la Batalla de Angaco. Su participación en las fuerzas federales, en defensa de la provincia de San Juan, junto al gobernador, demostró un deseo de exponer la vida en apoyo del sentir popular de Cuyo en esa contienda civil.

Asesinado Benavídez, en 1858, Martina Chapanay volvió a asumir la dirección de una cuadrilla de bandoleros. Poco tiempo después, abandonó esa vida, acompañando al caudillo Angel Vicente Peñaloza en su última y desgraciada lucha en defensa de los fueros riojanos.

Pasó sus últimos años arriesgando su vida en salvaguardia y beneficio de su “patria chica”. Campeó contra las arbitrariedades en provecho de la comunidad, prevaleciendo en ella un deseo constante de hacer el bien al prójimo. Sus hazañas fueron incontables y heroicas. Llegó a tener una reputación extraordinaria como benefactora tutelar de los viajeros, y prestó grandes servicios a los hacendados.

Sin embargo, en los finales de su vida, Martina tuvo actitudes poco felices. Pedro D. Quiroga dice que: “en las últimas campañas de Peñaloza, ha figurado siempre en la escolta de éste, desempeñando con habilidad la delicada misión de “espía”. Pero una vez concluida la montonera con la muerte del caudillo, tuvo la previsión de fijar su domicilio en el Valle Fértil, y se ocupaba en dar aviso a las autoridades de todas las intentonas que meditaban los montoneros que habían quedado por entonces dispersos en pequeños grupos asolando las poblaciones de la campaña de la provincia de San Juan”.

Murió en Mogna, absuelta de sus pecados por el cura párroco de Jachal, que también se ocupó de su entierro. Su tumba ha sido observada por el historiador Marcos estrada en el cementerio viejo de Mogna: “Una cruz de madera, hincada en el suelo, señala el lugar consagrado en donde descansan los restos de una mujer argentina que sobrevivió la tragedia de su época y supo salvarse del naufragio, resucitando a la inmortalidad”.

Lamentablemente no se conoce ningún retrato o ilustración de Martina Chapanay, pero sí nos queda la descripción que Marcos Estrada hace de ella: “de estatura mediana, ni gruesa ni delgada, fuerte, ágil, lozana, mostraba un raro atractivo en su mocedad. Parecía más alta de su talla: su naturaleza, fuerte y erguida, lucía además un cuello modelado. Caminaba con pasos cortos, airosa y segura. Sus facciones, aunque no eran perfectas, mostraban rasgos sobresalientes; su rostro delgado, de tez oscura delicada, boca amplia, de labios gruesos y grandes, nariz mediana, recta, ligeramente aguileña, algo ancha –mayormente en las alas-, pómulos visibles, ojos relativamente grandes, algo oblicuados, garzos, hundidos y brillantes, de mucha expresión, que miraban con firmeza entre espesas pestañas, cejas pobladas, armoniosas, y cabello negro, lacio, atusado a la altura de los hombros. Su fisonomía era melancólica; podía transformarse en afable, por una sonrisa, dejando visibles dos filas de dientes muy blancos. A pesar de que su continente era enérgico, había en él un sello de delicada feminidad. Su carácter, algunas veces alegre, era no obstante taciturno, magnánimo, solía transformarse en irascible, y hasta violento, ante el menor desconocimiento a su persona. El timbre de su voz era más bien grave, que lo hacía esencialmente expresivo. Animosa y resuelta, no le fatigaban los grandes viajes ni el trabajo incesante; aguantaba insensible el frío y el calor, y resistía sin lamentaciones el sufrimiento físico”.

Referencia

(1) También se considera que puede tener este otro significado: “chapa”, ocupación o posesionamiento de tierras, y “nay”, hacer.

Fuente

Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930) – Buenos Aires (1969).

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Estrada, Marcos – Martina Chapanay, realidad y mito – Buenos Aires (1962).

Quiroga, Pedro D. – Martina Chapanay, Leyenda histórica americana – Buenos Aires (1865)

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Los primeros Habitantes de la zona


Los primeros rastros de la presencia humana en Mendoza nos remontan once mil años atrás.

En esta primera etapa de vida humana en la zona podemos encontrar cazadores, recolectores con sencilla organización social, los cuales fueron agregando otro tipo de manifestaciones culturales, producto del contacto y el intercambio con otras culturas.

Varios milenios más tarde, surge la alfarería en la zona, de la mano de una Civilización Precolombina denominada Cultura de Agrelo, con la cual comienza una evolución social, política, religiosa, hasta conformar una estructura cultural de mediano adelanto como fue la Cultura Huarpe

Los objetos encontrados, presuponemos que forman parte del desarrollo de grupos étnicos pertenecientes a la Cultura de Agrelo, basando esta teoría en varios conceptos, además de la cercanía de las zonas entre sí, en el trabajo de perfeccionamiento de las herramientas y en las características de la arcilla detalladas a continuación:

o Tipo de arcilla tosca, muy magra
o Arcilla con contenidos de arenisca
o Muchas impurezas en la pasta, que se observan a simple vista
o Cerámica de bajo punto de cocción (no supera los 600 ºC)
o Cerámica de color gris que es característico de esta cultura

Estos elementos, punta de flecha y demás herramientas cortantes, fueron halladas en el carrizal ,están construidas en obsidiana, este tipo de roca no es natural encontrarla en la zona de El Carrizal, pero si es común en la zona de Malargüe. Es posible que hallan llegado a la zona a través del intercambio con otras culturas

Entre las piezas formatizadas podemos observar:

Cuchillos y Puntas de Flecha
Cuchillos en cuarzo (sílice). Cuchillos en Basalto. Cuchillos en granito rojo y desechos de piedra
Cultura de Agrelo

Su ubicación es en el centro y norte de la Provincia de Mendoza, durante los siglos VI a XI d.C. (500 al 1000 d.C.), hay una franja de separación temporal aproximadamente de 500 años entre la Cultura de Agrelo y la Cultura de Los Huarpes.


Ubicación en Línea Temporal de la Cultura de Agrelo

La Cultura de Agrelo fue una cultura que se caracterizó porque sus hombres eran cazadores, recolectores y dedicados a tareas agrícolas, e hipotéticamente se sostiene que conocían la domesticación de animales. El guanaco se convirtió en el mayor proveedor de carne durante el período prehistórico en Mendoza.

Las primeras cerámicas producidas en Mendoza oscilan entre los siglos V y VI, esta Cultura denominada de Agrelo recibe este nombre del lugar de donde provienen los restos.

La cerámica es de color gris oscuro, de buena cocción (rangos de 600 ºC a 800 ºC) y con tratamiento de superficie alisada. Puede o no presentar decoración y si está presente, ocupa la parte superior de la vasija.

Los motivos ornamentales son simples, con líneas más o menos paralelas o líneas quebradas o puntos.

La técnica utilizada es la que se realiza antes de que la arcilla se endurezca, puede o no estar en estado de cuero, antes de ser sometida a la cocción.

En algunos casos se observan protuberancias con formas de botón, cintas y caras humanas estilizadas .

Las vasijas son de tamaño mediano y grande, con bocas anchas, base plana y pequeña.

Antepasados de la Cultura Huarpe: Una de las actuales teorías se inclina a afirmar que la Cultura de Agrelo serían sus antepasados.
Cultura Huarpe

Mapa de Mendoza con la Ubicación de CulturasEl área de dispersión de la Cultura Huarpe se encuentra en la zona de Mendoza y San Juan, comprendida entre los 31º y 34º de latitud sur, adentrándose en los valles fértiles del final del pedemonte cordillerano.

Los asentamientos más importantes fueron los de Caria y Güentota, donde debido a la expansión de los valles y posibilidad de regadío de las tierras mediante los dos mayores ríos, se encontraba la mayor densidad de población aborigen. Por ello los españoles fundaron las ciudades de Mendoza y San Juan en estos asientos.

Los Huarpes sufrieron dos tipos de conquistas, la primera fue la Invasión Incaica y luego la Española en 1551. Cuando los Españoles llegaron a Mendoza la población indígena estaba compuesta por dos grandes parcialidades, la de los Huarpes y la de los Puelches; aunque estudios recientes indican que este último grupo pertenecían a la actual región de Chile y que ingresaron a nuestra Provincia en pleno período colonial [2].

Los yacimientos arqueológicos donde se han encontrado evidencias materiales de los Huarpes son:

Capital: Área Fundacional y Ruinas de San Francisco.
Departamento de Las Heras: Valle de Uspallata, Tambillos, Potrero las Colonias, Los Sauces, Zanjón de los Ciruelos, Agua de la Cueva, el Jagüelito y los Hornillos.
Departamento de Maipú: Las Barrancas.
Departamento de Lavalle: Estación Lagunas del Rosario, Alto Meillén (Laguna del Rosario), paso del Encón, El Apero.
Departamento de Tupungato: La Arboleda II, Arboleda Norte del Camino los Cuarteles II, estancia San Pablo.
Departamento de Godoy Cruz: Ciudad.
Departamento de Tunuyán: Agua Amarga.
Departamento de San Carlos: Viluco.
Departamento de San Rafael: Rincón del Atuel, Villa 25 de Mayo.

Sin lugar a dudas la lengua de los Huarpes por su estructura lingüística, debió ser muy antigua en la región, Millcayac y Allentiac que responden a las áreas de extensión bien definidas en los Valles de Mendoza hasta el Río Diamante

lunes, 6 de septiembre de 2010

la estacion de trenes en tres porteñas

Tres Porteñas era uno mas de los pueblos que se desarrollaron a orilla de las vias del tren,por alli pasaba por los años 30 , venia a sacar mulas ,caballos, pasto y tambien trigo , cebada ,alfalfa,el papa de Sergio Figueroa trabajo en la oficina de tren, el terraplen y el piso de la estacion eran de color negro debido al carbon que usaban las maquinas,algunos clavos, despues habia un basural, habia un sector para pista de carreras de perros galgos y cerca de la actual plaza se instalaba el parque de diverciones de don Millan,

origen de las familias del norte de san Martin

Origen del nombre: La palabra Chimba deriva del idioma Huarpe-Milcayac y significa: población cercana a un curso importante de agua. Se utiliza indistintamente los nombres "Chimba", "La Chimba", "Chimbas", "Las Chimbas".

En la cultura huarpe, grupos humanos vivieron cerca de importantes ríos, arroyos y lagunas, como lo muestran claramente los estudios arqueológicos y antropológicos modernos. En lo que respecta a "nuestra" Chimba se puede afirmar que un importante conglomerado de nativos vivieron en la zona, concretamente en la que hoy llamamos Paso de las Piedritas, en la costa Este del río. Esto ocurrió desde hace miles de años cuando el prehuárpido dejó de ser cazador-recolector, para asentarse definitivamente en las tierras de fácil regadío. Los nativos de esta zona tenían las mismas características étnicas que los que habitaron en las lagunas de Huanacache y del Rosario, Barrancas y Uspallata.
En esta zona, durante la época de la colonia, el transporte entre Buenos Aires y Mendoza o Chile estaba obligado a vadear el río. El paso del ganado, de las carretas y de las mensajerías se realizaba por La Isla , por el Alto de la Mula (Palmira) y por Paso de las Piedritas (La Chimba).
Trescientos cincuenta años de continuado ir y venir, hicieron de estas tierras un testigo fiel de lo que fue nuestra Patria hasta el advenimiento del transporte automotor y ferroviario. El fin del siglo pasado se caracterizó por el "acercamiento" de las distintas regiones producido por la llegada de los ferrocarriles. El tren produjo el progreso, reactivó la economía y trajo de distintas partes del mundo una importante cantidad de inmigrante, especialmente de Siria , Italia, España y Francia.

Los inmigrantes de origen árabe se quedaron en el pueblo de Palmira y en general se dedicaron al comercio, no ocurriendo lo mismo con los italianos y franceses que prefirieron radicarse en las zonas rurales para dedicarse a las tareas del campo.

La zona norte de San Martin recibió una gran cantidad de éstos, que se ocuparon de las tareas del campo y a la vitivinicultura. Muchos apellidos de esos primeros inmigrantes de Italia y Francia y otros que llegaron de distintos lugares de la provincia siguen sonando entre nosotros: Callejon, Gasparoni, Bayo, Grucci, Barbero, Bartuluchi, Figueroa, etc. Otros se incorporaron en un segundo movimiento inmigratorio, sobre todo los que huían de las guerras desatadas en Europa. Todos buscaban trabajo y bienestar, ya que las tierras del norte de san Martin eran de excelente calidad y de fácil regadío. Es de hacer notar que una cantidad de habitantes criollos con apellidos españoles estaban afincados en la región desde antes de las grandes inmigraciones, ellos eran: Miranda, Puebla, Salinas, Castro, Pérez, Vera., mucho de estos vinieron acompañando al Gral. José de San Martín de sus campañas libertadoras de Chile y Perú, como sus servidores, el mismo Gral. San Martín, les donó tierras en la Zona , dedicándose al trabajo rural.
Los inmigrantes españoles fueron los menos y aún en la actualidad siguen siendo minoría en los distritos del norte .

Con ellos vino la tecnificación para el desarrollo de la vitivinicultura, olivicultura y fruticultura.

Fue tan importante la producción económica de la región que un ramal del ferrocarril San Martín salía de las playas de la Estación Palmira en dirección al Este y después de atravesar la calle Chimba se dirigía hacia el norte hasta llegar a la estación Gurruchaga para posteriormente orientarse a Chapanay y Tres Porteñas. Transportó hasta pasado la mitad del siglo grandes cantidades de mercaderías, cereales, frutas, hortalizas y fundamentalmente vino.

TRES PORTEÑAS HACE AÑOS ATRAS


Tres Porteñas.
Es el nombre de nuestro distrito que pertenece al departamento de san martín, y su zona tiene un historial confuso en el origen de su nombre ya que existen varias opiniones.

Lo expuesto al origen que tuviera el paraje mendocino que se le dio el nombre a las Tres Porteñas, donde, en juicios encontramos a la señorita Dolores, Manuela y Carlota González a las que el autor de este trabajo les asigna el nombre de la localidad, aclarando a la vez que existen personas que opinan que el nombre de las Tres Porteñas, provienen de las esposas de don Robustiano García y de don Emilio R. Fernández ambas de la señora Jesús M. de Bayo.

No se ponen en duda de que pueden existir otras opiniones que escapan a esta investigación.

En cuanto a sus orígenes Tres Porteñas tiene un historial muy atractivo. La historia se remonta unos años antes de colonización.
Se dice que estas tierras estaban habitadas por la tribu liderada por el Cacique Zayanca. Luego de la colonización a este se le quita el derecho territorial así estas tierras van pasando por distintos dueños hasta que son compradas por tres señoritas porteñas que llegaron a la zona por ferrocarril con la idea de asentarse y adquirir tierras.
Aquí es donde se ahonda y toma forma la historia de Tres Porteñas
Luego estas señoritas se hacen propietarias de varias fincas a las que llamaron “LA MANGOCHA”, “LA JUANITA” Y VILLA SUSANA, en la actualidad aún podemos contemplar en unas de esas fincas la casa principal con una inscripción que dice “Villa Susana”.

Mangocha - una de las Pioneras de Tres Porteñas
Maria Rosa García - 20 años

(foto 1920 de familia André)

La Mangocha en el terremoto de 1920

La Maquina trigadora en la Mangocha

Otro poco de historia...

El origen de los núcleos poblados del departamento se remonta a mediados del siglo XVI, época en que los españoles se establecieron en las comarcas indígenas , localizadas en el margen derecho del río Mendoza, estos aprovechan las técnicas de cultivo y riego de los huarpes y paulatinamente extendieron la superficie cultivada. Las tierras inmediatas al río eran fértiles y favorecían el cultivo de cereales y forraje, y la crianza de ganado equino, vacuno y caprino. El núcleo más poblado era los barriales, llamado así porque e épocas de lluvia se convertía en un verdadero lodazal. Esa zona que hoy comprende los departamentos de Rivadavia Junín y Gral. San Martín brindaba entonces un desafío a la imaginación y el trabajo creador.

La ley de aguas sancionadas en 1884 y las obras de infraestructura realizadas entre 1889 y 1910 sobre los ríos Mendoza y Tunuyán, permitieron en tanto superar las condiciones de aridez y potenciaron el desarrollo de las actividades sociales y económicas de Mendoza y, en particular, de San Martín, gracias a estas nuevas obras comienzo en el nuevo siglo un proceso de colonización de tierras ganadas al desierto en el centro del departamento, utilizadas para el cultivo de la vid, surgieron entonces asentamientos para el abastecimiento de las necesidades de los habitantes rurales.

La llegada del ferrocarril, en el año 1884, permitió que se agilizaran las comunicaciones, favoreció la expansiona de los viñedos y de las bodegas y facilito el intercambio de los productos e la zona con los grandes centros consumidores del resto del país.

Las estaciones del ferrocarril contribuyeron al progreso de los asentamientos humanos ya existentes, ciudad de Gral. San Martín, Palmira, Chapanay, y dieron origen a otros nuevos tales como Tres Porteñas, Alto Verde y Nueva California,.

La red vial comenzó a dibujarse en la tercera década del siglo, época en la que crearon las direcciones nacional y provincial de vialidad. Los caminos mendocinos se construyeron de manera de poder conformar una malla con los caminos nacionales y con la red ferroviaria, integrando los centros de producción de los consumos y facilitando el acceso a los centros turísticos provinciales.